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Personas sin hogar, jóvenes, aficionados al fútbol: la larga fila para despedirse del Papa

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Comunicado de www.vaticannews.va — Personas sin hogar, jóvenes, aficionados al fútbol: la larga fila para despedirse del Papa

La variedad de rostros que, por tercer día, abarrotaron la Via della Conciliazione para rendir homenaje a Francisco. Lo que emerge es el rasgo más auténtico de su pontificado: una transversalidad capaz de «impactar» hasta las periferias del mundo y de la sociedad.

Edoardo Giribaldi – Ciudad del Vaticano

Si efectivamente «los pobres son el pasaporte al Paraíso», como dijo en la misa de la Jornada Mundial de los Pobres 2017, el del Papa Francisco está lleno de sellos adheridos, cada uno empapado en la tinta de un rostro, de una historia, de un sueño. Y no faltan las páginas en blanco. Siguen llenándose, mientras los fieles, a medida que el sol empieza a asomar por las cúpulas de Roma, comienzan a animar la Via della Conciliazione. Un torrente silencioso que fluye también hoy -viernes 25 de abril, Día de la Liberación en Italia- y converge hacia el corazón de la Basílica de San Pedro, donde el cuerpo del Pontífice se expone por tercer y último día a la veneración del mundo.

Elías, cuentacuentos de Campo de’ Fiori

Sería natural pensar que a los más necesitados, alineados para un último adiós, se les reconoce por un jersey raído, un agujero en los zapatos, una mirada inclinada bajo el peso de las preocupaciones. Pero la verdadera marca que los distingue es otra: una profunda devoción que no busca protagonismo. Una gratitud que trasciende las formas, las jerarquías. No he estado en una iglesia desde…», Elías sacude la cabeza. Quienes frecuentan Campo de’ Fiori por las tardes le conocen: sentado en la esquina de una tienda con la persiana bajada, entre los brazos una guitarra algo desafinada y Bob Dylan en los labios. Don’t Think Twice, It’s All Right es su caballo de batalla. Con los transeúntes comparte lo poco que tiene: a menudo caramelos comprados en la panadería de al lado y dejados por algún turista de gran corazón de la patria común, los Estados Unidos de América. Hoy no dice dónde dejó su instrumento musical, pero del Papa Francisco algo sí: «Era un gran hombre, hablaba como un amigo». Recuerda el almuerzo con él -y con otros 1.300 personas necesitadas- en el Aula Pablo VI el pasado 17 de noviembre. «¿Eso cuenta como Iglesia, o no?», pregunta sonriendo.

Emisoras de todo el mundo

Mientras tanto, la gran maquinaria mediática que cubrirá la aproximación al funeral del Pontífice ya está en marcha. Los puestos de los periodistas están dispuestos a una distancia diligente unos de otros. Un camarógrafo coloca su cámara en un trípode, mientras un enviado repite para sí el texto que ha anotado en un papel. Voces en español, portugués, ruso, inglés se mezclan en el aire.

Juan, y su camiseta de fútbol

A medida que nos acercamos a la Basílica Vaticana, la multitud se hace más densa. Un arco iris de colores la recorre: los tonos cálidos del amarillo y el rojo, los de la bandera española que lleva colgada al hombro un grupo escolar de Sevilla, encabezado por su profesor de religión, el padre Antonio; los amarillos fluorescentes brillantes de los voluntarios de la Misericordia; y luego una camiseta de fútbol de la Albiceleste, la selección argentina de fútbol, vigente campeona del mundo. Es la de Juan Román Riquelme, el ex jugador estrella apodado El Mudo y ahora presidente de Boca Juniors, uno de los equipos con más títulos de Sudamérica. La lleva un peregrino llamado Juan, igual que Riquelme, que llegó desde Buenos Aires. Contó a una televisión local una anécdota que circula por Internet desde hace días: en vísperas de un partido entre Boca Juniors y San Lorenzo de Almagro -el equipo favorito de Bergoglio-, un hincha xeneize le pidió al Papa que bendijera a su equipo. Francisco sonrió y respondió que bendeciría al suyo. ¿El resultado? 4-0 a favor del San Lorenzo rojiazul.

Sienna, una joven buscadora de la fe

Entre las voces que el Pontífice ha sabido traer a la Iglesia abierta a «todos, todos» están las de quienes se definen alejados de la fe. De los buscadores. Como Sienna, berlinesa de 26 años, de viaje por Europa. Se detiene en Roma, con la mochila más alta que los hombros, en el antebrazo un tatuaje en latín: Omnia praeclara rara. Todas las cosas exaltadas son raras’. Se podría pensar que está allí por curiosidad, o por casualidad. «Esperaba que hubiera menos cola», admite. Pero cuando se le pregunta por qué ha venido, responde simplemente: «Era uno de los pocos verdaderos líderes morales que quedaban. Además, me parecía bien estar allí. Es de lo único que hablamos. Y yo sufro de Fomo«, dice sonriendo, refiriéndose al acrónimo de una forma de ansiedad social conocida como «Fear of Missing Out» (miedo a perderse algo). El miedo a quedar excluido de experiencias, emociones. El miedo al vacío. A ser combatido con “una vocación única e insustituible, la de la esperanza”. Sus palabras. Las de Francisco. Que merecen una visita. Un silencio. Un saludo. A quien no sólo las pronunció, sino que las grabó en los corazones, incluso de quienes, como Siena, dicen estar «lejos» de la Iglesia.

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