Hay gente que diría eso de mí. Algunos, por desgracia, con una buena causa. Otros, simplemente porque se tomaron en serio las tonterías de los que se ganan la vida atacando mi religión.
Para ellos, no soy más que una parte de una masa amorfa, todo junto para ser pintado con el mismo pincel de mentira y desprecio.
Por supuesto que no les disgusta yo. Les disgusta cualquier fantasma que hayan conjurado en sus propias mentes, que luego proyectan sobre esa masa amorfa.
Este es el camino de todos los prejuicios. El atacante invoca a sus propios demonios, y luego, como sería una tontería sentarse solo en un rincón luchando contra demonios imaginarios, los proyecta sobre alguna clase de sus compañeros que no lo merecen, invitando a otros a unirse a la refriega ficticia.
No sé si hay una solución fácil para tales prestidigitadores. Pero para aquellos que los toman en serio, les ofrecería la siguiente perspectiva. Viene de Abraham Lincoln quien dijo: “No me gusta ese hombre. Tengo que llegar a conocerlo mejor.»