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Lidiando con el trauma del desplazamiento en Gambia |

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Cuando estalló el conflicto en el pueblo senegalés de Kaddy a principios de abril, se vio obligada a dejar atrás sus pertenencias para salvar a su familia. “Perdimos todo. Cuando nos fuimos, no podíamos llevar nada con nosotros. Nuestros animales, nuestra comida; todo fue destruido en la lucha”.

Junto con su marido y sus siete hijos, Kaddy huyó hacia el norte, a Gambia, y finalmente llegó a un pequeño pueblo en el distrito de Janack, en una zona conocida popularmente como ‘Foni’.

Habiéndose ido sin nada, Kaddy y su familia tuvieron que depender de la hospitalidad de la comunidad local para obtener comida y refugio. “Nos sentimos como una carga para las otras comunidades que nos ayudan”, lamenta Kaddy. «Nos da vergüenza que nos ‘cuiden’, pero no tenemos otra opción».

Kaddy se encuentra entre los miles de senegaleses que se vieron obligados a huir a Gambia, según la Agencia Nacional de Gestión de Desastres del país, después de que estallaron los enfrentamientos a lo largo de la frontera entre Gambia y Senegal, en territorio ocupado por el separatista Movimiento de Fuerzas Democráticas de Casamance (MFDC).

Otros 6200 gambianos han sido desplazados internamente, y otros 8500 se han visto afectados en las comunidades de acogida, según la Agencia Nacional de Gestión de Desastres de Gambia, por el conflicto, que data de hace cuatro décadas.



OIM/Robert Kovacs

Muchos gambianos que viven en Senegal también se han visto afectados. Fatou dejó atrás su casa con nada más que su familia y la ropa que llevaba puesta.

Sensibilización sobre el estrés postraumático

Reconociendo el impacto significativo del conflicto en el bienestar de las personas desplazadas, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) movilizó su experiencia para brindar apoyo psicosocial y de salud mental. En colaboración con la Fundación Activistas Solidarios, la OIM desplegó un equipo psicosocial móvil, integrado por un psicólogo, dos trabajadores sociales, un educador y un movilizador comunitario, para brindar servicios directos a las poblaciones afectadas.

Un enfoque clave que está empleando el equipo móvil es la psicoeducación, en la que los voluntarios se reúnen e involucran a las comunidades para discutir problemas de salud mental y posibles signos y síntomas de estrés. “El propósito es crear conciencia sobre las experiencias de las personas que han pasado por estrés postraumático o que se han visto afectadas negativamente por el cambio de ambiente que trajo la crisis”, dijo Salomón Correa, Director General de la Fundación Activistas Solidarios.

Estas sesiones, realizadas en grupos, aprovechan las actividades socioculturales tradicionales, como las sesiones periódicas de attaya (té), para facilitar los debates.

“Podemos enseñarles mecanismos de afrontamiento durante las discusiones”, dice Amie, psicóloga voluntaria. “Después de orientarlos sobre los posibles signos y síntomas de los problemas de salud mental, a menudo se muestran muy interesados ​​en hablar con nosotros en privado”.

A través de las sesiones de psicoeducación, el equipo móvil puede identificar a las personas con necesidades específicas de salud mental que requieren más atención y realizar visitas de seguimiento o referencias, según sea necesario.


Un funcionario de la OIM escucha las preocupaciones de un líder comunitario en una aldea de Gambia.

OIM/Robert Kovacs

Un funcionario de la OIM escucha las preocupaciones de un líder comunitario en una aldea de Gambia.

‘Esta es una de las cosas que más me ayuda en mi vida diaria’

Fatou es una de las muchas que se han beneficiado de sesiones de asesoramiento personalizadas y dedicadas.

Una gambiana que anteriormente vivía en Casamance con su esposo senegalés, toda su familia huyó cuando estalló el conflicto. Fatou abandonó su casa abruptamente y no tuvo tiempo de recoger sus pertenencias, ya que estaba preocupada por evacuar de manera segura a sus 10 hijos, uno de los cuales tiene una discapacidad física. Durante más de dos meses, ha estado viviendo en el recinto de su tío en Janack.

Fatou ha recurrido a pequeños trabajos cotidianos, que incluyen ofrecer mano de obra en las granjas durante la cosecha para vender los productos en nombre de los agricultores para llegar a fin de mes. Sin embargo, el estrés de mantener a su familia en un entorno nuevo, junto con los recuerdos dolorosos que resurgieron de los tiroteos que presenció, ha tenido un impacto negativo en su bienestar mental.

“Hasta la fecha, esta es una de las cosas que más me está ayudando en mi vida diaria”, dice Fatou sobre el apoyo psicosocial que ha recibido. “Estoy muy feliz de hablar con ellos [the mobile team] y compartir mis sentimientos y problemas sin dudarlo.” Las sesiones de Fatou con el equipo móvil han ayudado a darle un sentido de solidaridad mutua con otras personas que han sido desplazadas: «Me ayuda saber que no estamos solos en esto».

Sin final a la vista

Meses después del estallido del conflicto, parece no haber un final a la vista. “No estamos seguros de si está bien que regresemos o no. En este momento, no tenemos ni idea”, comenta Fatou.

El apoyo psicosocial está ayudando a los más afectados a sobrellevar los cambios drásticos en sus vidas y a recoger las piezas que quedaron atrás. Como comparte Kaddy, “El simple hecho de poder hablar con alguien a solas sobre nuestros problemas en esta crisis realmente nos alienta. Nos ayuda a sentirnos un poco más cómodos aunque no hay certeza sobre el futuro”.

“Desde que participé en estas sesiones, me he preocupado menos”, coincide Fatou.

En un mundo donde la salud mental a menudo se pone en un segundo plano, el trabajo del equipo psicosocial móvil de seis personas demuestra los beneficios de priorizar las necesidades de salud mental.



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