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Un espacio seguro para las mujeres indígenas de Venezuela |

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Venezuela ha sufrido un declive generalizado en los servicios públicos, como la electricidad, el suministro de gas doméstico y el transporte público en los últimos años.

Esta crisis ha llevado a algunos miembros de las comunidades indígenas en la frontera occidental de Venezuela con Colombia, incluido Río Negro, a realizar cruces fronterizos frecuentes para comprar bienes básicos, incluidos alimentos. Cuando sus familiares o parejas parten en estos imprescindibles viajes, las mujeres de la comunidad indígena Wayúu se han encontrado vulnerables a la violencia de género.

Los jardines comunitarios podrían ser una respuesta a los problemas de autosuficiencia y seguridad. Un jardín creado por una red local de mujeres, Jieyúú Kojutsuu («Mujeres de valor») está apoyando a las mujeres locales y sus familias, y ayudándolas a satisfacer sus necesidades de subsistencia.



ACNUR/Diego Moreno

Jóvenes rionegrinos trabajando en su parcela.

Actualmente, hay veintiséis miembros de la comunidad que trabajan juntos para cultivar maíz, tomates, pimientos, apio, frijoles negros, melón y otras verduras y frutas en Río Negro.

Incluyen muchos de los grupos más vulnerables de la comunidad indígena Wayúu, incluidos jóvenes en riesgo de ser reclutados por grupos armados, mujeres desempleadas en riesgo de violencia de género y personas mayores que han tenido que recurrir a la mendicidad y al trabajo pesado para sobrevivir.

“¿Te imaginas? ¡Hay más mujeres que hombres trabajando en la huerta!”, dice Guillermina Torres, una de las socias. “Vamos a cosechar nuestra propia comida sin tener que depender de los ingresos de nuestros maridos. Y los jóvenes que deambulaban por las calles también se han sumado a este proyecto».

“Tradicionalmente, la agricultura era uno de los principales medios de vida en la región. Las personas mayores han podido integrarse y compartir conocimientos ancestrales con los miembros más jóvenes de la comunidad”, dice Diego Moreno, Asistente de Protección de la agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR) en Maracaibo, quien ha estado monitoreando esta iniciativa.

“Las mujeres que estaban en mayor riesgo de violencia de género mientras sus familiares o parejas realizaban viajes de ida y vuelta a Colombia ahora tienen un espacio seguro donde se reúnen todos los días para cultivar alimentos que luego beneficiarán a sus familias”, agrega.


Integrante de la red de mujeres y participante en la huerta preparando la tierra para la siembra.

ACNUR/Diego Moreno

Integrante de la red de mujeres y participante en la huerta preparando la tierra para la siembra.

Soluciones sostenibles

Con recursos financieros limitados, la comunidad indígena Wayúu tuvo que pensar en nuevas formas innovadoras y sostenibles de cultivar sus cultivos. Un efecto secundario positivo ha sido el avance hacia una agricultura sostenible, que es menos dañina para el suelo.

Para apoyar estos esfuerzos, ACNUR ha donado herramientas agrícolas, semillas, tanques de agua y farolas solares, lo que ayuda a garantizar que la comunidad tenga una fuente limpia y sostenible de energía y agua para riego.

Además, la agencia de migración de la ONU (OIM) ha capacitado a familias locales para hacer fertilizantes orgánicos y repelentes de insectos naturales, utilizando ingredientes, incluidos desechos animales, que se encuentran fácilmente en la comunidad.

«No tenemos que gastar dinero comprando productos químicos que también pueden afectar nuestros cultivos y el medio ambiente. En cambio, aprendimos a hacer nuestros propios fertilizantes y repelentes 100 % naturales con ingredientes que podemos encontrar aquí en nuestra comunidad», dice la Sra. Torres.

“La sustitución de abonos químicos por abonos orgánicos y de agrotóxicos por insecticidas naturales a base de hojas de neem, hojas de tabaco y cenizas vegetales, así como la creación de bancos de semillas, garantiza un modo de vida sostenible y ecoeficiente, así como así como una alimentación más saludable para las familias y la comunidad en su conjunto”, explica Wolfgan Rangel, Oficial de Seguimiento de Proyectos Productivos de la OIM en Maracaibo.

Cientos de jardines apoyados

En total, se han apoyado más de 660 proyectos de huertas comunitarias en los estados Zulia, Táchira y Barinas.

Tanto ACNUR como la OIM han donado las herramientas y los recursos necesarios para apoyar a las comunidades a través del desarrollo de iniciativas sostenibles de pequeña agricultura. En algunas de estas comunidades también se han creado mercados locales para vender verduras, ayudando a generar fuentes alternativas de ingresos.

Dada la ubicación remota de las comunidades y la falta de transporte público, es vital que los proyectos de jardines comunitarios continúen ampliándose. De esta manera, más familias indígenas podrán participar en estas iniciativas de agricultura de subsistencia y dejar de depender de viajes a países vecinos para comprar alimentos.



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