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La misión, obra de Dios en nuestras «vasijas de barro»

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El cardenal Luis Antonio Tagle intervino en la primera jornada de la Asamblea General de las Obras Misionales Pontificias, en curso en el municipio de Ciampino, Roma, en el Instituto Madonna del Carmine «Il Carmelo»

Noticias del Vaticano

Toda auténtica misión apostólica es obra de Cristo, que actúa por gracia en la vida y en el corazón de sus discípulos, haciéndose así «perceptible» a los demás. Lo ha recordado el cardenal Luis Antonio Gokim Tagle, al intervenir el miércoles 31 de mayo en la primera jornada de la Asamblea General de las Obras Misionales Pontificias, OMP, en curso en el municipio de Ciampino (Roma), en el Instituto Madonna del Carmine «Il Carmelo», tal como informa la agencia fides.

El Pro-Prefecto del Dicasterio para la Evangelización ha propuesto, en un discurso pronunciado espontáneamente a los más de cien directores nacionales de las OMP, procedentes de todos los continentes, tres sencillos puntos de reflexión para acompañar los trabajos de la Asamblea, inspirándose en el relato evangélico de la Visitación de María a Isabel, celebrada como fiesta en la liturgia del día al final del mes mariano de mayo.

Tres sencillos puntos de reflexión

El relato evangélico – ha señalado el cardenal – narra el encuentro de dos mujeres embarazadas que viven dos maternidades inexplicables desde el punto de vista humano. Isabel es de edad avanzada, y ‘todos decían que era estéril’. María es Virgen, y sus primeras palabras ante el Ángel que le anuncia su embarazo divino fueron: ‘¿cómo es posible?’. ‘¿Cómo puedo ser madre, si no conozco varón?’”.

Dios mismo – ha observado el cardenal Tagle en el primer pasaje de su reflexión – intervino en sus vidas, con vistas a una misión: “El hijo de María tiene una misión. Y también el hijo de Isabel tiene su misión, dada la misión del hijo de María».

«¿Cómo es posible?»

La pregunta «¿cómo es posible?» de María e Isabel parte del reconocimiento de la imposibilidad de realizar mediante la capacidad humana lo que sólo puede ser obra de Dios.

Un reconocimiento que está presente en toda obra apostólica auténtica, que es siempre obra de Dios realizada «en vasos de barro», como nos recuerda San Pablo en la Segunda Carta a los Corintios.

«Si tenemos fe, reconocemos que el Señor realizará lo que quiere realizar en nuestras vidas», y que el tesoro de las vasijas de barro del que habla San Pablo es «Un tesoro que no procede de nosotros».

El mérito es de Dios

No se trata de «justificar la mediocridad, la pereza o la falta de creatividad. Sino de reconocer que incluso con los mayores esfuerzos humanos seguimos siendo limitados». Un reconocimiento que «tiene una dimensión misionera», porque la gente sólo se sorprenderá si ve que «en nosotros, con nuestras vasijas de barro», se está realizando «la obra de Dios, y no nuestra obra. El mérito es suyo, el mérito es de Dios».

Siguiendo el hilo del Evangelio de la Visitación, el cardenal Tagle ha confesado que le «fascina» el hecho de que Jesús, todavía escondido en el seno de María, ya sea «percibido» por otros, como les sucedió a Isabel y al propio Juan Bautista, que » exultó» en su seno ante la llegada de María.

«Hermoso misterio»

«Una presencia que aún estaba oculta – ha observado el Pro prefecto del Dicasterio Misionero – fue percibida por aquellos que estaban llenos del Espíritu Santo, y que les hizo perceptible incluso lo que no era visible pero estaba presente”. Esto – ha añadido – es un «hermoso misterio» que tiene que ver también con la misión de anunciar el Evangelio. Los discípulos de Cristo están llamados a confesar y testimoniar su fe «abiertamente», pero hay situaciones y circunstancias en las que el misionero lleva consigo a Cristo y lo testimonia también de modo íntimo, silencioso, y «las personas que están a nuestro lado», gracias a la obra del Espíritu Santo, podrán «percibir» la presencia y la obra de Cristo en nosotros.

El trabajo misionero tiene sus fuentes en la oración

«Por eso, el trabajo misionero tiene sus fuentes en la oración y en el encuentro con Jesús: dejar que el Espíritu Santo ‘forme’ a Cristo en nosotros, para que la gente pueda percibir su presencia cuando nosotros caminamos o hacemos otra cosa», ha añadido el cardenal Tagle.
La Visitación – ha continuado el cardenal, desarrollando el tercer punto de su reflexión – es un acontecimiento de alegría: Juan Bautista se alegra en el seno de Isabel, Isabel pronuncia las palabras de alegría recogidas en el Ave María, y María misma reza la «hermosa oración» del Magníficat, con la que alaba al Señor.

María acepta lo que Dios obra en ella

Ella «no llama la atención sobre sí misma». Se hace humilde por la alegría de reconocer que es Dios quien «hace grandes cosas» en ella. Y su alegría se convierte inmediatamente en comunión con los pobres y los pequeños del pueblo de Israel. María acepta lo que Dios obra en ella «como signo de que Dios hará grandes cosas por su pueblo». En lo que sucede en ella, María reconoce «el comienzo del cumplimiento de la promesa».

La gracia de Dios nunca es sólo para mí

Llevando a Jesús en su seno, proclama en comunión la liberación de los que sufren. Así – ha subrayado el cardenal Tagle, recordando con palabras sencillas la verdadera razón de toda misión apostólica – María muestra que la gracia de Dios nunca es sólo para mí, sino que es para todos. La felicidad sólo es auténtica cuando se comparte».

Toda misión emprendida en nombre de Cristo «nunca puede estar separada de nuestro encuentro con Jesús, de que llevemos a Jesús con nosotros y en nosotros», para que sea Él quien se haga «perceptible» a las personas que encontramos, y la obra de Dios pueda «resplandecer en toda ocasión».



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