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Por qué mi iglesia lucha por la libertad de expresión

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“Toda persona tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye la libertad de tener opiniones sin interferencia y de buscar, recibir y difundir información e ideas a través de cualquier medio y sin consideración de fronteras”.

– Naciones Unidas, declaración Universal de los Derechos Humanos

“Si se quita la libertad de expresión, entonces, mudos y silenciosos, podemos ser conducidos, como ovejas al matadero”.

– Jorge Washington

Hace más de dos siglos, el periodista James Callender publicó un extenso artículo acusando al gobierno de los Estados Unidos de corrupción. En 1800, menos de una década después de la ratificación de la Primera Enmienda que garantizaba la libertad de expresión y de prensa, fue juzgado, declarado culpable y condenado a nueve meses de cárcel por el delito de “escrito falso, escandaloso y malicioso, contra el dijo el presidente de los Estados Unidos”. La culpabilidad del Sr. Callender se basó en la sentencia recientemente aprobada Ley de sediciónque además de prohibir los “escritos falsos, escandalosos y maliciosos” contra el Congreso o el presidente, también prohibió cualquier esfuerzo “para oponerse a cualquier medida o medidas del gobierno”.

Hombre con cinta adhesiva en la boca
Foto de Red Confidential/Shutterstock.com

A principios de la década de 1950, el senador de Wisconsin, Joseph McCarthy, arruinó la vida de muchas personas basándose en pruebas prácticamente inexistentes de que eran una amenaza para Estados Unidos. Se abalanzó sobre sus críticos acusándolos de ser comunistas. Pero lo más dañino de todo, él causó estragos en la Primera Enmienda, afirmando que incluso las discusiones casuales sobre las ideas subyacentes al comunismo eran peligrosas, antiestadounidenses y dignas de prisión. La publicidad que generaron sus audiencias públicas fue lo suficientemente poderosa como para garantizar que una persona, una vez interrogada en una plataforma de medios de comunicación de este tipo, incluso si era inocente, tendría una vida arruinada a partir de entonces. Entre el celebridades acusadas durante el llamado “Miedo Rojo” estuvieron Orson Welles, Zero Mostel, Helen Keller y Charlie Chaplin. baladista pete seeger—quien escribió, “¿Adónde se han ido todas las flores?” «If I Had a Hammer» y «Turn, Turn, Turn» y quien popularizó el espiritual «We Shall Overcome» como el himno del movimiento de derechos civiles, fue sentenciado a 10 años de prisión por negarse a dar nombres a la Cámara Un -Comité de Actividades Americanas. Posteriormente, la sentencia fue revocada.

“Libertad para el Hombre no significa libertad para dañar al Hombre. La libertad de expresión no significa libertad para dañar con mentiras”.

La libertad de expresión no es gratis. No es un hecho, incluso en países como los Estados Unidos, amantes de la libertad, donde está garantizado por la ley.

Y entonces mi iglesia lucha por la libertad de expresión.

Hay dos enemigos de la libertad de expresión: los que la prohíben y los que la utilizan para su propia agenda.

La primera categoría incluye regímenes represivos que toman medidas drásticas contra la información reprimiendo a la prensa, limitando el acceso a Internet e incluso “desvaneciendo” a personas de alto perfil que son críticas con el gobierno o que defienden diferentes puntos de vista políticos o religiosos “inaceptables”.

La segunda categoría, posiblemente tan viciosa, es el intolerante, el que odia, el “comentarista” que escupe rumores y convierte la verdad en falsedad para sus propios fines y luego se esconde bajo el refugio de la “libertad de expresión” para perpetuar las mentiras, protegido por la misma sociedad que buscan subvertir.

Megáfono
Foto de Sean Gladwell/Getty Images

El fundador de Scientology, L. Ronald Hubbard, escribió: “Libertad para el Hombre no significa libertad para dañar al Hombre. La libertad de expresión no significa libertad para dañar con mentiras”.

Como religión minoritaria, mi iglesia y su gente entienden la distinción entre el intercambio fluido y profundo de ideas y creencias y el discurso de odio tóxico destinado a dañar a un individuo o grupo.

Cualquier similitud entre la libertad de expresión y el discurso de odio es la similitud entre un río que fluye libremente y un lago ácido.

Mi iglesia está hombro con hombro con nuestras religiones hermanas al hacer todo lo posible para denunciar y abolir el discurso de odio mientras se abren las puertas al discurso libre y honesto.

Nuestro credo afirma: “Que todos los hombres tienen derechos inalienables a pensar libremente, hablar libremente, escribir libremente sus propias opiniones y contrarrestar, expresar o escribir sobre las opiniones de los demás”.

Un mundo de comunicación honesta y abierta es un mundo libre y feliz.

Un mundo de comunicación retorcida o silenciada es poco más que una mazmorra.



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