“Los últimos seis meses han causado un sufrimiento indecible en Sudán” y han obligado a más de 5,4 millones de personas a abandonar sus hogares, afirmó Clementine Nkweta-Salami, Representante Especial Adjunta del Secretario General y Coordinadora Residente y Humanitaria en Sudán.
En declaraciones a los periodistas en Ginebra, el funcionario de la ONU señaló que aproximadamente 30.000 personas por día han huido de los combates, “algunos huyendo sin nada más que la ropa que llevaban puesta”.
La Sra. Nkweta-Salami continuó: “He conocido a madres en Sudán que me dijeron que no saben dónde encontrar la próxima comida para sus hijos. He conocido a familias que duermen en refugios improvisados, luchan por encontrar comida y agua y no pueden acceder a la atención médica; sus hijos sin escuela y el sostén de la familia sin trabajo”.
El conflicto «podría consumir el país entero»
La mitad de la población de Sudán – 24,7 millones de personas – necesita ahora asistencia humanitaria y protección, continuó el funcionario de la ONU, antes de advertir que los conflictos, los desplazamientos y los brotes de enfermedades ahora “amenazan con consumir a todo el país”.
El mes pasado, la ONU y sus socios entregaron 3.000 toneladas de suministros de ayuda vital utilizando 66 camiones en seis estados. “Pero necesitamos poder ofrecer mucho más, de forma segura, repetida y rápida”, insistió la Sra. Nkweta-Salami. «Necesitamos llegar a 18 millones de personas y no renunciaremos a ese objetivo».
Cosechas amenazadas
El 15 de abril estallaron enfrentamientos con armamento pesado y ataques aéreos entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF). Los combates se centraron inicialmente en la capital, Jartum, y sus alrededores, junto con la región de Darfur, pero la Sra. Nkweta-Salami expresó su preocupación de que el conflicto pudiera extenderse al estado de Gezira, el granero de Sudán.
«Esto tendría grandes consecuencias para la seguridad alimentaria», dijo, señalando que la violencia «ya ha paralizado el sector sanitario de Sudán, y el 70 por ciento de todos los hospitales ya no funcionan».
Los trabajadores humanitarios están igualmente preocupados por los informes sobre crecientes casos de violencia sexual y de género, desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias y graves violaciones de los derechos humanos y de los niños.
El cólera es «casi imposible de controlar»
Además de la destrucción de la guerra, que se cree que se ha cobrado miles de vidas, incluidos 19 trabajadores humanitarios hasta la fecha, el pueblo de Sudán también se ha enfrentado a nuevas conmociones en las últimas semanas, cuando fuertes lluvias e inundaciones han afectado a más de 70.000 personas en siete estados, provocando preocupaciones sobre un aumento en las enfermedades transmitidas por el agua.
Se ha declarado un brote de cólera en el estado oriental de Gedaref y los equipos humanitarios ya están investigando si se ha extendido a Jartum y Kordofán del Sur.
“Con la escalada de los combates, puede resultar casi imposible controlarlos”, dijo Nkweta-Salami, mientras pedía a las partes en conflicto que volvieran a comprometerse con sus promesas anteriores de “reducir la escalada de los combates, minimizar los daños civiles y abstenerse de cualquier ataque desproporcionado”. .
Los trabajadores humanitarios ‘superan los límites’
Entregar ayuda en una zona de guerra es extremadamente complicado, peligroso y requiere mucho tiempo, y a menudo implica negociaciones con varios grupos armados para acceder a comunidades remotas, explicó el funcionario de la ONU.
A pesar de estos desafíos, insistió en que los equipos de ayuda estaban intensificando sus esfuerzos para llegar a las comunidades más vulnerables de Sudán.
“Tenemos un equipo humanitario muy comprometido sobre el terreno, estamos intentando superar los límites de nuestra capacidad para llegar a algunas de estas zonas de difícil acceso. Y creo que si conseguimos no sólo un compromiso fuerte, sino un compromiso que se traduzca hoy en acciones positivas por parte de todas las partes en este conflicto, entonces, con suerte, ya no tendremos muertes entre los trabajadores humanitarios”.
