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Nigeria. Liberado el sacerdote secuestrado el domingo en su parroquia

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Comunicado de www.vaticannews.va —

El obispo de la diócesis, monseñor Nzukwein, agradece las oraciones y habla del difícil momento que atraviesa la Iglesia local. En 2023 ya se han producido 30 secuestros relámpago de religiosos en el país, algunos acabaron en tragedia con la muerte del rehén.

Marco Guerra – Ciudad del Vaticano

La pesadilla del secuestro del padre Thaddeus Tarhembe duró poco más de 24 horas. El sacerdote secuestrado en la madrugada del domingo 29 de octubre por una banda armada en la rectoría de la parroquia de Santa Ana, en el estado de Taraba, al noreste de Nigeria, fue liberado por sus secuestradores a última hora de la tarde de ayer, lunes 30.

El obispo agradece las oraciones

La buena noticia, recogida por la agencia Fides, ha sido dada a conocer por el director de comunicación de la diócesis de Wukari, el padre John Laike, que también ha hecho saber que «el obispo de la diócesis católica de Wukari, monseñor Mark M. Nzukwein, en nombre de los sacerdotes, religiosos y laicos de la diócesis, agradece y aprecia a todos sus oraciones y su solidaridad en este difícil momento de la vida de nuestra joven diócesis».

Un novicio asesinado

El padre Tarhembe es sólo la última de las víctimas de secuestros, que a menudo se resuelven en pocos días, pero que a veces terminan en tragedia. El pasado 17 de octubre, una banda de pastores fulani irrumpió en el monasterio benedictino de Eruku, en el estado de Kwara, en el centro-norte de Nigeria, y capturó a un novicio, Godwin Eze, que luego fue asesinado por los secuestradores, y a dos postulantes, Anthony Eze y Peter Olarewaj, que más tarde fueron liberados. «El padre Godwin Eze fue asesinado para asustar a los dos postulantes que habían sido secuestrados con él», han declarado a la Agencia Fides los benedictinos del convento de Eruku.

Una de las tantas Iglesias atacadas en Nigeria

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Una de las tantas Iglesias atacadas en Nigeria

Ya hay más de 30 secuestros en 2023

La situación en Nigeria es alarmante: en 2022 hubo 32 secuestros de clérigos y religiosas y en lo que llevamos de año ya se han producido una treintena. Los secuestros con fines de extorsión son desde hace tiempo un auténtico negocio para los grupos criminales y fundamentalistas. Sacerdotes y religiosos son considerados «objetivos fáciles». Sólo en el estado de Taraba, en los últimos días, el Grupo de Vigilantes de Nigeria (un grupo que ayuda a la policía ordinaria en la lucha contra la delincuencia) detuvo a cuatro personas sospechosas de formar parte de una banda dedicada al secuestro.

Inestabilidad interna hace de los sacerdotes un blanco fácil

«Nigeria vive un momento de inestabilidad interna, la violencia se produce con regularidad, y en este clima los religiosos son una de las partes más expuestas, tanto por motivos religiosos como porque viven sin protección, incluso en los lugares más remotos», explica a Vatican News Enrico Casale, africanista y periodista de la revista Africa, recordando que las zonas de mayor riesgo son el noreste de Nigeria, donde se mueven grupos de fundamentalistas islámicos, pero que «no menos arriesgadas son las zonas del delta del Níger y las grandes áreas urbanas como Lagos, donde opera la delincuencia común y donde se llevan a cabo secuestros con fines de extorsión».

La religión, pretexto para las luchas económicas

Casale aborda a continuación la cuestión de las luchas interétnicas que llevan a los pastores fulani, de confesión musulmana, a atacar a las comunidades cristianas, generalmente compuestas por agricultores: «Superficialmente podemos leerlas como violencia interreligiosa, pero la mayoría de las veces se trata de enfrentamientos por el control de los recursos, cada vez más escasos. La religión se convierte en un pretexto para atacar a los cristianos». Por último, el experto informa de que el gobierno de Abuja ha aumentado recientemente los recursos para las fuerzas policiales, pero éstas tienen dificultades para controlar amplias zonas remotas del país, así como los suburbios de las grandes ciudades. «Los cristianos no son una minoría», concluye, «son un componente fundamental del país, pero en algunas zonas son vistos como una amenaza por algunos grupos, aunque no existe una persecución específica contra ellos».

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