Juan Pablo II en Cuba, Stella: Un momento inolvidable para la isla

Gianmarco Murroni y Andrea De Angelis – Ciudad del Vaticano

Han pasado 26 años desde que el Papa Juan Pablo II aterrizó en La Habana el 21 de enero de 1998 para iniciar su viaje apostólico a Cuba. El viaje, que duró seis días, representó un momento importante para la isla de América Central. El Pontífice fue recibido por el líder cubano Fidel Castro. Durante sus seis días en la isla, Juan Pablo II tuvo la oportunidad de encontrarse con las distintas realidades sociales del lugar, como obispos, familias, jóvenes, comunidades cristianas y enfermos.Pero, sobre todo, tuvo la oportunidad de hablar con la población cubana, azotada durante años por el embargo económico. Testigo de aquel viaje fue el Cardenal Beniamino Stella, hoy Prefecto Emérito de la entonces Congregación para el Clero, en aquel momento Nuncio Apostólico en Cuba.

El recuerdo del viaje

«Siempre es agradable hablar de un país y de una Iglesia que han permanecido en mi corazón y me siguen siendo muy queridos», es el recuerdo del cardenal Stella, que fue uno de los promotores de aquel viaje: «Juan Pablo II sintió el deseo y la necesidad de venir a Cuba. Recuerdo que cuando le indiqué la disposición de Cuba para recibir al Santo Padre, después de meses de compromiso, la respuesta de la Secretaría de Estado llegó en un día. El Sumo Pontífice tuvo el deseo de visitar este país, la Iglesia cubana y las autoridades han guardado un recuerdo agradecido de la visita, porque marcó un momento de gran peso político, pero, sobre todo, eclesial. La comunidad cubana siempre ha vivido con gran gratitud este encuentro con el Papa: fue un momento inolvidable para la hermosa isla caribeña».

La Iglesia en Cuba

La presencia de Juan Pablo II marcó una nueva y positiva etapa en la vida de las comunidades eclesiales cubanas, un crecimiento que Stella pudo constatar en persona: «El año pasado estuve en Cuba y encontré una Iglesia madura: cuando la conocí en los años anteriores era una Iglesia adolescente, cuando me fui se había convertido en adulta. Hubo un salto de calidad notable. Cuando llegué a la isla estaba pasando por un momento bastante difícil, yo solía llamar a esos años ‘invernales’; la perspectiva del viaje del Papa abrió una verdadera primavera. Hoy, la Iglesia cubana está aún más viva y llena de entusiasmo. El drama de las comunidades eclesiales es la salida de tantos jóvenes de Cuba, que marca vacíos irreparables. Fue un pesar que experimenté: el año pasado tuve el placer de encontrarme con algunos jóvenes, ahora adultos, a quienes bauticé 25 años antes, pero algunos de esos jóvenes ya no estaban presentes porque se fueron de Cuba. Una emigración dolorosa y triste de tantos católicos cubanos hacia otras orillas del continente».

Un nuevo proceso de evangelización

Abrir Cuba al mundo y el mundo a Cuba, éste fue el núcleo del mensaje del Papa Wojtyla: un proceso de nueva evangelización en el que «muchas personas redescubrieron la gracia del Bautismo, la verdad de la Iglesia, la vida de Jesús», como explica Rodrigo Guerra López, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina. «Con el viaje de Juan Pablo II comenzó una nueva realidad. Fue algo muy importante porque hoy la vida de la Iglesia católica en Cuba es verdaderamente una realidad distinta. Tenemos una nueva generación de católicos cubanos, jóvenes que, por ejemplo, tienen padres o madres ateos. También hay una nueva generación dentro de las instituciones, por ejemplo en la educación: la educación que ofrece la Iglesia católica es accesible a todos, muchos no creyentes han aprovechado este espacio cultural de libertad».