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Pizzaballa: Reciprocidad y reconciliación para Tierra Santa

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Comunicado de www.vaticannews.va — cq5dam.thumbnail.cropped.750.422 Pizzaballa: Reciprocidad y reconciliación para Tierra Santa

El Patriarca latino de Jerusalén interviene en la ceremonia de inauguración del curso académico 2023-2024 en la sede romana de la Universidad del Policlínico Gemelli. Habla del impacto de la guerra en la población, la vida espiritual, las relaciones entre confesiones. Insta a utilizar un lenguaje purificado del desprecio del otro y de falta de sentido de humanidad: «Nos hemos encontrado con que ya no nos entendemos». E invita a los líderes religiosos a no callar ante las injusticias

Antonella Palermo – Ciudad del Vaticano

«Es en la escuela y en la universidad donde hay que empezar a reeducar a la gente a la paz y a la no violencia, es decir, a creer, a conocerse y a estimarse, y ante todo a encontrarse, algo que por desgracia no sucede en las escuelas árabes o judías, salvo en contadas ocasiones». Son palabras del cardenal Pierbattista Pizzaballa, Patriarca latino de Jerusalén, invitado de honor hoy, 15 de enero, a la inauguración del año académico de la Universidad Católica, en el Policlínico Gemelli de Roma. Su discurso, amplio, lúcido y conmovedor, suscitó los aplausos del personal académico y de los representantes institucionales presentes en el acto de tres horas de duración que tuvo lugar por la tarde, y que fue presentado por el Rector Franco Anelli. Éste señaló que el impulso de la universidad no se detiene y que, en cuanto las condiciones lo permitan, se presentarán a Su Beatitud Pizzaballa nuevas iniciativas de apoyo a Tierra Santa. De hecho, el hilo directo es muy estrecho, tanto con el Patriarcado de Jerusalén como con las realidades cristianas de esos territorios, concretadas a través de los proyectos del Centro Ateneo de Solidaridad Internacional CESI con el apoyo del Centro Médico Gemelli.

La Iglesia no pierde su dimensión profética

El cardenal Pizzaballa habla del impacto que la sangrienta guerra actual está teniendo en la población. «¿Cómo salir del fango de esta guerra, de este horrible pantano en el que cuanto más entramos, más imposible parece salir?». Esta es la pregunta crucial que el cardenal formula y plantea a los presentes, con el tono de gran parresía que siempre caracteriza su discurso. Precisa que «paz» parece ser hoy una «palabra lejana, utópica, vacía de contenido, cuando no objeto de una instrumentalización sin fin». Así pues, se necesita una palabra clara de esperanza, que debe extraerse de las Escrituras y de una dimensión profética de la Iglesia. «Si la Iglesia pierde esa dimensión -señala-, se limita a hablar de lo que la gente quiere oír». Afirma que este es un riesgo recurrente, especialmente en Oriente Medio: el riesgo de seguir la corriente en lugar de dirigirla.

Mucho tiempo para curarse de la laceración de la guerra

El Patriarca de Jerusalén lamenta a continuación que «el tiempo necesario para curarse será necesariamente largo y necesitará caminos complejos», instando a creer realmente en la paz. «Tendremos que tomar nota», subraya, «de que las palabras justicia, verdad, reconciliación y perdón no podrán ser (como quizá han sido hasta ahora) sólo deseos, sino que tendrán que encontrar contextos realmente vividos, con una interpretación compartida, y volver a ser expresiones creíbles y deseadas, sin las cuales será difícil pensar en un futuro diferente». La cuestión problemática es que «cada uno se ve a sí mismo como una víctima, la única víctima, de esta guerra atroz. Quiere y exige empatía por su propia situación, y a menudo percibe en la expresión de sentimientos de comprensión hacia otros que no son él mismo, una traición o al menos una falta de escucha de su propio sufrimiento. Una situación lacerante en todos los sentidos».

Una paz creíble exige una purificación de la memoria

Pizzaballa reitera la responsabilidad de todos, en este contexto de gran desorientación, de dar coraje para construir perspectivas de vida. «Donde todo parece cerrarse en el odio y el dolor, él está llamado a abrir horizontes». Ser profetas, en todos los ámbitos, no significa ser visionarios, sino creyentes, es decir, «tener fe en que hay que hacer todo lo posible para invertir en el desarrollo, apoyar el pensamiento positivo e iluminado, evitar la manipulación religiosa y promover más bien un discurso sobre Dios que se abra a la vida y al encuentro». Reciprocidad y reconciliación. Éstas son las directrices en las que hay que perseverar por Tierra Santa, teniendo en cuenta -afirma Pizzaballa- que las heridas no se pueden borrar o ignorar simplemente con una paz que sea simplemente «ausencia de guerra». Desde un punto de vista psicológico, recuerda que las heridas, si no se curan, se asumen, se procesan, se comparten, seguirán produciendo dolor incluso después de años o incluso siglos, creando victimismo y rabia.

Un lenguaje carente de humanidad hace más daño que las bombas

El cardenal se detiene largamente en la necesidad de un lenguaje que ayude a construir la paz, repitiendo que no es un accesorio trivial. Sin dejar de recordar la necesidad de parresía y claridad al hablar, señala también que «no sólo hay que decir lo que se piensa, sino también pensar lo que se dice, tener conciencia de que, especialmente en circunstancias tan delicadas, las palabras tienen un peso decisivo. Quienes tienen una responsabilidad pública tienen el deber de guiar a sus respectivas comunidades con un lenguaje apropiado que limite «la deriva de odio y desconfianza que a menudo corre desenfrenada en los medios de comunicación», observa Pizzaballa. Insiste en la necesidad de «preservar el sentido de humanidad», especialmente en el uso de las redes sociales. Atribuye al lenguaje «violento, agresivo, lleno de odio y desprecio, de rechazo y exclusión» una gran responsabilidad y uno de los principales instrumentos de ésta y de demasiadas otras guerras. También pone ejemplos: definir al otro como un «animal», es también una forma de violencia que abre o quizás incluso puede justificar opciones de violencia en muchos otros contextos y formas. «Son expresiones que quizás hieren aún más que las masacres y las bombas». Refiriéndose a las narrativas de las dos partes en el conflicto palestino-israelí, el cardenal ahonda en la cuestión de lo que han sido y siguen siendo «narrativas independientes entre sí, que en realidad nunca se han encontrado». «Y ahora», explica, «esto se ha hecho explosivamente evidente en los últimos meses. Lo que se necesita, por tanto, es el coraje de un lenguaje no excluyente», especialmente en los lugares de formación cultural, profesional y espiritual.

El conflicto espiritual

Su Beatitud profundiza en las formas en que la guerra en Oriente Medio afecta inevitablemente a la vida espiritual de los habitantes de Tierra Santa. Y se pregunta por el papel de los credos y las religiones. El cardenal Pizzaballa constata que «salvo contadas excepciones, en los últimos meses no se han escuchado discursos, reflexiones, oraciones, por parte de los líderes religiosos, como tampoco de ningún líder político o social». Comparte la impresión de que cada uno se expresa exclusivamente dentro de la perspectiva de su propia comunidad. Judíos con judíos, musulmanes con musulmanes, cristianos con cristianos, etc. Y cuenta que «en los últimos meses ha sido y sigue siendo casi imposible, por ejemplo, celebrar encuentros interreligiosos, al menos a nivel público». Se lamenta de que «las relaciones interreligiosas que parecían consolidadas ahora parecen haber sido barridas por un peligroso sentimiento de desconfianza. Cada uno se siente traicionado por el otro, no comprendido, no defendido, no apoyado». En este sentido, exhorta a que la fe no puede descansar: por un lado debe ser un consuelo, por otro un «elemento de perturbación».

La guerra marca un antes y un después en el diálogo interreligioso

La relación entre cristianos, musulmanes y judíos nunca podrá volver a ser como hasta ahora. Pizzaballa está convencido de ello, constatando que el mundo judío no se ha sentido apoyado por los cristianos y lo ha expresado claramente. «Los cristianos, a su vez, divididos como siempre en todo, incapaces de una palabra común, o se dividían en el apoyo a uno u otro bando, o se sentían inseguros y desorientados. Los musulmanes se sienten atacados, y considerados cómplices de las masacres cometidas el 7 de octubre… en resumen», concluye, «después de años de diálogo interreligioso, nos hemos encontrado con que no nos entendemos. Es para mí, personalmente, una gran pena, pero también una gran lección». De ahí que el diálogo tenga que replantearse, explica: ya no sólo entre miembros de la cultura occidental, como hasta ahora, sino que «tendrá que tener en cuenta las distintas sensibilidades, los distintos enfoques culturales, no sólo europeos, sino ante todo locales. Es mucho más difícil, pero habrá que partir de ahí. Y habrá que hacerlo, no por necesidad, sino por amor».

Que la Iglesia ponga de relieve la injusticia, sin instrumentalizarla

La presencia del cardenal Pizzaballa en la inauguración del curso académico de la Universidad Católica sirve hoy para reiterar la urgencia de educar a la esperanza y a la paz, precisamente porque la escuela y la universidad tienen un papel clave en ello. «En un ambiente marcado por laceraciones y contrastes, podemos convertirnos, como Iglesia, en lugar y experiencia de la paz que es posible», afirmó finalmente el purpurado. «Si tenemos pocas oportunidades de sentarnos a las mesas internacionales», argumenta, «tenemos, sin embargo, el deber de construir comunidades reconciliadas y hospitalarias, abiertas y disponibles al encuentro, auténticos espacios de fraternidad compartida y de diálogo sincero». Sus palabras reclaman un ecumenismo que no sea «de fachada o de conveniencia», sino » vivido, hecho de encuentros, de colaboración, de apoyo mutuo y de sufrimiento compartido». A continuación, se detuvo en un aspecto no menor de su discurso: la Iglesia no puede reducirse a un «agente político» o a un partido o facción, en definitiva, no puede exponerse a una fácil instrumentalización. Al mismo tiempo, no puede callar, señala Pizzaballa, «ante la injusticia ni encerrarse en el angelismo o el desentendimiento». El cardenal se despide expresando todo el malestar que ha experimentado sobre sus propias espaldas precisamente por ser «disputado» por una u otra parte. Recomienda, pues, que «tomar posición no puede significar convertirse en parte de un enfrentamiento, sino que debe traducirse siempre en palabras y acciones a favor de los que sufren y no en condenas contra nadie».

Se publicó primero como Pizzaballa: Reciprocidad y reconciliación para Tierra Santa

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