“Apenas queda espacio vacío en el patio o en las aulas de la Escuela Preparatoria Deir Al-Balah, una de las más de 700 que dirigen OOPS, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos. El patio donde antes los niños practicaban deportes, se divertían y jugaban ahora está lleno de tiendas de campaña.
Ayman Ibrahim Jouda solía enseñar matemáticas a estudiantes de quinto grado. Antes, dice, era “una ciudadela de la ciencia y la educación”. Sin niños a quienes enseñar, Jouda se ha centrado en apoyar a los desplazados, tratando de responder las preguntas de quienes se vieron obligados a mudarse desde otras partes de la Franja.
Otro profesor que trabajaba en el refugio de Deir Al-Balah, Abdulrahman al-Shami, fue desplazado de la ciudad de Gaza tras el estallido de las hostilidades el 7 de octubre. La UNRWA, dice, estaba brindando servicios educativos de calidad. «La vida aquí es difícil y amarga», dice. «Esperamos volver a nuestra vida anterior y a una vida mejor».
También hablé con algunos de los niños a quienes se les ha negado la educación. Una me dijo que sueña con ser periodista cuando sea mayor.
Actualmente vive en una tienda de campaña, en condiciones de frío y lluvia y con poco acceso a agua potable. Otro adolescente habló de haber perdido su escuela que, según dijo, quedó completamente destruida antes de huir con sus padres a Deir Al-Balah.
Evento de entretenimiento para niños en Gaza.
‘Los niños tienen derecho a jugar’
En la clínica Tel Al-Sultan en la ciudad sureña de Rafah, fui testigo de algunos raros momentos de risa y diversión: niños pintando, bailando y jugando.
Participaban en un evento organizado por el farmacéutico Sulafa Abu Hilal como forma de brindar apoyo psicológico a los niños que han soportado más de 100 días de guerra.
«Tienen derecho a vivir como niños y a jugar», declara Abu Hilal. «El objetivo de este evento era lograr algún tipo de seguridad y crear el tipo de atmósfera que deberían poder disfrutar».
Se están planeando eventos similares en la clínica y en otras dos de Rafah en beneficio de los niños y también de sus padres. «En medio de su miedo y desesperación, vieron un rayo de esperanza en la oscuridad», dice Abu Hilal.»
