Comunicado de www.vaticannews.va —
El cardenal Secretario de Estado celebró una Misa en la abadía de Fossanova con motivo del 750 aniversario de la muerte del Doctor angelicus.
El Observatorio Romano
El extraordinario legado filosófico, teológico, espiritual y pastoral dejado por Santo Tomás de Aquino es para la Iglesia y la humanidad «una gran gracia del Señor». Así lo subrayó el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado, al presidir la Misa con motivo del 750° aniversario de la muerte del Un doctor angelicalla tarde del jueves 7 de marzo en Fossanova. Concelebraron el obispo de Latina-Terracina-Sezze-Priverno, Mariano Crociata, el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, canciller de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales – que patrocinó un taller sobre «la ontología social y la ley natural de Tomás de Aquino», los prelados y padres dominicos, en presencia de numerosas autoridades civiles y militares y de la comunidad diocesana.
En su homilía, el cardenal Parolin subrayó el importante legado de Tomás en el tiempo actual en el que todos estamos «llamados a ser, aunque sea de diversas maneras», «discípulos» y «seguidores» «de su camino de santidad». Y es precisamente la santidad, insistió el cardenal, recordando la carta del Papa Francisco con motivo del 700 aniversario de la canonización del santo, el mayor legado de Tomás de Aquino. Una de sus aportaciones, observó el Secretario de Estado, recordando un pasaje de la catequesis de Benedicto XVI dedicada al santo el 2 de junio de 2010, es haber puesto de relieve «la armonía natural entre la fe cristiana y la razón», en un momento de «choque entre dos culturas, cuando parecía que la fe debía ceder ante la razón, pero que no ha perdido nada de su actualidad: fe y razón van juntas». Por eso Pablo VI, recordó también el cardenal, lo definió como «una luminaria de la Iglesia y del mundo entero».
Pero Santo Tomás, prosiguió Parolin, inspirándose en las lecturas propuestas en la liturgia, fue también un verdadero sabio que vivió «en consonancia, en identificación con Dios». El sabio, en efecto, «es aquel que conoce como Dios, que saborea la realidad como la saborea el Señor… es verdaderamente amigo de Dios y disfruta de su amistad». El hecho de que Tomás de Aquino fuera un gran teólogo especulativo, subrayó el celebrante, significa que «su capacidad especulativa iba estrechamente ligada y entrelazada con esa profunda actitud contemplativa que le llevaba a vivir una relación incondicional de amor con Dios». Esto, precisó el cardenal, no lo hizo orgulloso sino humilde, fiel a las enseñanzas de Jesús: «El mayor entre ustedes será su servidor; el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.» El mismo estilo de María, comentó el cardenal, «auténtica discípula».
Un estilo que Tomás de Aquino nunca abandonó, ni siquiera en los últimos días de su vida. Tanto es así que, añadió Parolin, recordando el testimonio de Bartolomé de Capua, en diciembre de 1273, mientras celebraba la Misa, el secretario Reginaldo vio sufrir al santo «una transformación sorprendente». Después de esta Misa nunca más escribió ni dictó nada”, afirmando: “Ya no puedo más. Todo lo que he escrito me parece paja comparado con lo que he visto». Sin embargo, la «pajita» de Santo Tomás, concluyó el secretario de Estado citando al teólogo francés Jean-Pierre Torrell, no significa «nada». En efecto, «la paja lleva el trigo» y «el verdadero dueño, en el sentido más noble del término, es sólo la «paja» que lleva el trigo de la Palabra de Dios».
Se publicó primero como Parolin: Tomás de Aquino, el genio humilde que armonizó fe y razón