Comunicado de www.vaticannews.va —
El prefecto del Dicasterio para los Obispos celebró en Andria la misa por el 448 aniversario del hallazgo de la imagen de Santa María de los Milagros, conservada en el santuario homónimo confiado al cuidado pastoral de los agustinos. Dios nos llama siempre a la conversión, especialmente en este tiempo de Cuaresma, dijo el cardenal, y María, verdadera discípula de Jesús, nos acompaña hacia la Pascua.
Tiziana Campisi – Ciudad del Vaticano
Si el peso de los pecados provoca el miedo de acercarse a Jesús «y nos hace pensar que no somos capaces del perdón divino, la ternura materna de María y su mirada serena nos recuerdan que somos sus hijos, que una madre espera siempre el regreso de su hijo». Así lo subrayó ayer, 10 de marzo, el cardenal Robert Prevost, prefecto del Dicasterio para los Obispos, que celebró la misa en Andria, Apulia, con motivo del 448 aniversario del descubrimiento de la sagrada imagen de Nuestra Señora de los Milagros, un icono bizantino que representa a la Virgen con el Niño, hallado en la laura basiliana de Santa Margherita, actual nivel inferior del santuario de Santa María de los Milagros, confiado al cuidado pastoral de los monjes agustinos. «La imagen de Nuestra Señora de los Milagros nos recuerda que cuando los cristianos buscan a Jesús, nunca lo encuentran solos, sino que lo encuentran en los brazos de María», señaló el cardenal, añadiendo que la Virgen, «verdadera sierva y discípula del Señor nos acompaña en este camino hacia la Pascua» y «nos ayuda a comprender que quien nos perdona no es sólo el Señor del mundo», sino que también es «juez misericordioso» y «nuestro hermano».
El camino cuaresmal de conversión
En su homilía, comentando las lecturas de la liturgia, el prefecto del Dicasterio para los Obispos dijo que «la historia de Israel es la historia espiritual de todo hombre» y que «Dios nos llama siempre a la conversión, y especialmente en este tiempo cuaresmal, nos habla a través de la oración, de la Escritura y de los buenos consejos que recibimos en la confesión. Y siempre está dispuesto a acogernos con los brazos abiertos». «Frente a las falsas seguridades humanas tenemos la seguridad de Dios», señaló, que siempre perdona y no se cansa de hacerlo, como nos recuerda el Papa Francisco. Deteniéndose, a continuación, en las palabras de Jesús tomadas de la página del Evangelio dominical, precisó que «Jesús es la luz que viene a quitar las tinieblas del pecado y a curarnos de nuestras heridas» y que «creer en Jesús significa hacer de Él el sentido de la propia vida, elevarlo verdaderamente por encima de todas las realidades personales, abandonarse a Él y vivir como Él». Numerosos fieles y varias autoridades civiles y militares participaron en el solemne pontifical dedicado a Nuestra Señora de los Milagros, copatrona de Andria, a la que, al final de la celebración, el cardenal Prevost, junto con el prior provincial electo de los agustinos de Italia, el padre Gabriele Pedicino. encomendaron la ciudad y las familias tras la rogativa. Por la tarde tuvo lugar la procesión con la estatua de la Virgen de los Milagros. Bajo esta advocación, María también es honrada por los fieles el último sábado de agosto, con una tradicional procesión desde la catedral de la ciudad hasta el santuario mariano.
Historia de la Virgen de los Milagros de Andria
La imagen de la Virgen de los Milagros fue descubierta el 10 de marzo de 1576 por un maestro de carruajes, Giannantonio Tucchio, a quien la Virgen, apareciéndosele en sueños, le había pedido que fuera a un lugar determinado, encendiera una lámpara de aceite y la alimentara todos los sábados. El lugar indicado resultó ser una cueva con un asentamiento monástico, donde había una efigie de la Virgen, coronada por doce estrellas, con el Niño Jesús en brazos, el sol -símbolo de Cristo- a la derecha, y la luna que la representaba a ella a la izquierda. Tras olvidarse de rellenar el aceite un sábado, el maestro Tucchio volvió a la gruta el sábado siguiente y, para su sorpresa, se dio cuenta de que la lámpara seguía encendida y que el aceite no se había acabado. Y como su caballo se había lastimado una pata, quiso ungirlo con el aceite. Milagrosamente, el animal sanó y la noticia de los milagros se difundió rápidamente. Muchos acudieron a rezar a la Virgen y a pedir gracias, y el lugar se convirtió en un lugar de peregrinación, hasta el punto de que el obispo, monseñor Luca Fieschi, decidió celebrar una misa de acción de gracias. Era el 6 de junio de 1576; desde entonces, la Virgen descubierta en la laura basiliana de Santa Margarita se invoca como Santa María de los Milagros de Andria. En 1855, la ciudad se salvó, pidiéndole su intercesión, tanto de la epidemia de cólera que había asolado Apulia como de la destrucción de los viñedos causada por un parásito. Para rendir homenaje a María, se colocó una corona sobre su cabeza y otra sobre la del Niño, mientras que el 3 de mayo de 1857, Fernando II, rey de Nápoles, ofreció a la Virgen una rosa de oro.
Se publicó primero como Prevost: Ante la falsa seguridad humana, tenemos la seguridad de Dios