Comunicado de www.vaticannews.va —
El 11 de agosto el cardenal secretario de Estado, en la ciudad de Asís con motivo de la celebración de la solemnidad de Santa Clara, afirmó: «Ella, es un ejemplo de vida en nuestra sociedad marcada por el consumismo, el hedonismo, la contaminación, la búsqueda desenfrenada de la satisfacción de las necesidades inducidas por la publicidad y la imitación social». El purpurado también respondió a las preguntas de los periodistas sobre la ofensiva ucraniana en Kursk
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Así se expresó el 11 de agosto el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, desde la ciudad de Asís, donde presidió por la mañana la solemne concelebración con motivo de la fiesta de Santa Clara, en la basílica dedicada a ella.
Preocupación por la ofensiva en Kursk
El cardenal, que acaba de regresar de una misión a Ucrania que tuvo lugar el pasado mes de julio, durante la que estuvo en Kiev, Odesa y Leópolis, respondió a las preguntas de los periodistas locales, al margen de la celebración, entre las cuales una sobre la ofensiva lanzada por Ucrania en la región rusa de Kursk.
Amar en un mundo hambriento de amor
Parolin también habló de la guerra en su homilía, durante la cual relanzó el llamamiento por la paz en el mundo. Tras dar las gracias al obispo, monseñor Domenico Sorrentino, a las clarisas, a los franciscanos, a los religiosos y religiosas, a las más altas autoridades civiles y militares y a los miles de fieles presentes en la celebración, el cardenal secretario de Estado subrayó la necesidad de amar «en un mundo cada vez más pobre de amor y, al mismo tiempo, cada vez más hambriento de amor».
El ejemplo de pobreza de Santa Clara
Siguiendo con el concepto de amor, el cardenal destacó la opción radical de Clara por la pobreza, «que se erige como ejemplo de vida en nuestra sociedad, marcada por el consumismo, es decir, la búsqueda desenfrenada de la satisfacción de las necesidades inducida por la presión de la publicidad y la imitación social, con el inevitable despilfarro económico, la contaminación y el hedonismo, que considera el placer como el bien supremo del hombre y el fin exclusivo de la vida».
Incluso con los periodistas antes del inicio de la ceremonia, el cardenal Parolin había reiterado la necesidad de «despojarse de uno mismo, como hicieron Clara y Francisco: y no tanto de los bienes materiales como del egoísmo, de las propias posiciones y pretensiones para abrirse a los demás con un enfoque fraterno y pacífico».
Se publicó primero como El cardenal Parolin en Asís: «La guerra no beneficia a nadie”