Comunicado de www.vaticannews.va —
En un mensaje para la 74ª Semana Litúrgica Nacional firmado por el cardenal Parolin, el Papa destaca los aspectos del canto coral, el canto sagrado y el silencio: favorecen la oración profunda e íntima, lejos del frenesí, el ruido y la cháchara
Alessandro De Carolis – Ciudad del Vaticano
Una celebración en la que quienes participan se sienten parte de un cuerpo unido, de una oración que se eleva a Dios como un coro que une las voces de todos, necesita un cuidado especial. Más que eso, necesita un «arte». Este es el tema central de la 74ª Semana Litúrgica Nacional en Italia, que desde hoy, 26 de agosto, hasta el próximo jueves acoge la archidiócesis de Módena-Nonantola. En un mensaje firmado por el cardenal secretario de Estado Pietro Parolin, el Papa escribe al presidente del Centro de Acción Litúrgica, el arzobispo de Catanzaro-Squillace Claudio Maniago, destacando enseguida la característica principal de la oración litúrgica que, afirma, «rehúye toda forma de individualismo y división».
Oración e implicación de los sentidos
El título de la Semana afirma que es en la liturgia donde se manifiesta «la verdadera oración de la Iglesia», en la relación entre el Pueblo de Dios, por una parte, y el el arte de celebrarpor otra. La oración litúrgica, enfatiza el mensaje, «es una escuela de comunión que libera el corazón de la indiferencia, acorta las distancias entre hermanos y hermanas y se ajusta a los sentimientos de Jesús. No es un compromiso de algún pequeño grupo, sino que implica a «todos los bautizados» y ya en la Carta apostólica sobre la formación litúrgica Ojalá pudieras decidir Francisco – recuerda- subrayaba que «los gestos propios de la asamblea, como la reunión, las posturas del cuerpo, el estar en silencio, las expresiones de la voz, la implicación de los sentidos, son los modos con los que participa en la celebración».
Redescubrir los salmos
Cuatro son los aspectos que el Papa destaca para una oración litúrgica que sea verdaderamente tal. El primero se refiere al redescubrimiento de la «coralidad», un entrelazamiento de voces que Francisco invita a experimentar y no sólo a evocar, por ejemplo a través de la práctica de la Liturgia de las Horas. Las comunidades, es su deseo, «vuelven a elevar a coro» la oración de los Salmos, aprendiendo «a vivir, en la liturgia y en la vida, el valor de la unidad y de la comunión». El segundo aspecto es el vínculo entre la liturgia y el canto sagrado, en el que, observó Francisco, la música «no es un elemento ornamental, sino parte integrante y necesaria de la misma» y exige un cuidado especial, sobre todo en las liturgias dominicales.
El espacio del silencio
Del canto, Francisco pasa al silencio. Este «acto de silencio» contrarresta «el frenesí, el ruido y el parloteo que nos minan en nuestra vida cotidiana», mientras que el gesto «sagrado» del silencio se convierte en un tiempo y un espacio propicios para «cultivar la mirada contemplativa» y «dar profundidad a la oración del corazón». Hay luego una cuarta y última dimensión que se refiere a la «promoción de la ministerialidad litúrgica, en la que -indica Francisco- “es importante leer los ministerios al servicio de la liturgia” y su presencia “diversificada” alimenta “la participación activa de la asamblea y promueve la corresponsabilidad en la misión”, manifestando, concluye, “la naturaleza sinodal de la Iglesia”.
Se publicó primero como Francisco: La liturgia, un cuerpo y una voz sin individualismos