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Desprogramación: un totalitarismo peligroso que recorre Europa

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¿Qué es la Desprogramación? Para establecer claramente de qué estamos hablando debemos acudir a cualquier diccionario para establecer el marco en el cual nos movemos, y resumiendo, dice así:

Desprogramar significa cambiar o anular las ideas, creencias o convicciones que rigen el comportamiento de alguien. 2.- Anular algo que está sujeto a un programa (dentro del campo de la informática por ejemplo).

Sin embargo, nos vamos a quedar con las dos primeras líneas: cambiar o anular las ideas, creencias o convicciones que rigen el comportamiento de alguien… 

Una vez tenemos clara la idea de lo que significa Desprogramar, también es conveniente acercarnos hasta el art. 2 de la Carta de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en cuyas primeras líneas afirma: Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Estas palabras, junto con el resto de la Carta se puede leer íntegra en la página de las Naciones Unidas poniendo en cualquier buscador: La Declaración Universal de los Derechos Humanos | Naciones Unidas.

Una vez establecido lo anterior, debemos tener claro que cualquier forma de desprogramar las ideas de otros, es decir quitar las que tiene para inculcarle otra cualquiera, no deja de ser sino una forma de sectarismo y delito.

Desde los albores de la humanidad, el ser humano ha intentado siempre hacer prevalecer sus ideas políticas o religiosas, sobre todo cuando se establecía en el poder, ya sea este político o mediático (los medios de comunicación mal utilizados, son  sin duda la mejor armar de programación y desprogramación del mundo moderno, incluyo en esta reflexión internet, o las redes sociales, toda una nueva generación de milenitas se alimenta casi exclusivamente de ellas).

Solo hace falta echar un vistazo a la historia criminal de las religiones para darnos cuenta de lo que estamos hablando. Ya en la antigua Roma los cristianos en general eran echados a la hoguera, con anterioridad se crucificaba a todo tipo de personas que creían en otras deidades que no acababan de estar en consonancia con reyes establecidos en el poder. Luego llegó la imposición dogmática de las creencias. Si creías que la tierra era redonda, a la hoguera, si eres terraplanista, a la hoguera. Todo menos dejar al prójimo que crea en lo que considere, tal y como dice la Carta de Derechos Humanos antes mencionada.

Ahora, debido a sus creencias les está tocando a los Testigos de Jehová; no bastó que el nazismo los recluyera en el campo de concentración de Buchenwald, debido a sus ideas, que el fascismo italiano los recluyera de la misma forma o que el propio franquismo los persiguiera hasta bien entrada la democracia, primero como terroristas, luego como homosexuales, como estrategia de condenación y por fin como objetores, sino que cada vez más se ven expuestos como una secta peligrosa en medios de comunicación con reportajes mediocres y sectarios. Pasó exactamente igual con otras religiones como Scientology en Alemania, todavía en Francia y a pesar de estar registrada como un nuevo movimiento religioso, también en España. Los musulmanes europeos tampoco tuvieron mejor suerte cuando fueron exterminados en la guerra de Los Balcanes y hoy día seguimos asistiendo a cientos de historias donde no se acaba de tener claro que cada persona tiene derecho a creer en lo que considere.

Los ataques por culpa de las religiones se siguen imponiendo a nivel mundial. Oriente Medio está sufriendo una guerra que sólo beneficia a Irán, una de las mayores potencias mundiales generadoras de odio y contra todo lo que sea cercenar la capacidad del ser humano para pensar libremente. Atacar al pueblo judío, a través de organizaciones terroristas como Hamas o Hezbolá, ataque programado para que occidente visualice, en una estrategia ciertamente memorable, el dolor del pueblo herido, algo que a los grupos terroristas o a los líderes de Irán y países afines les importa muy poco, es sin duda de una lucidez asombrosa.

El Estado Islámico atacó en marzo de 2023 un auditorio a las afueras de la capital rusa afirmando que: …Hemos atacado a una gran agrupación de cristianos… En definitiva las ideas más perniciosas de los grandes movimientos religiosos históricos llevan acumulando millones de muertos a lo largo de la historia, para que ahora nos preocupe a los europeos lo que piensen o sientan un puñado de personas pertenecientes a determinadas religiones minoritarias que no le hacen daño a nadie.

En medios de comunicación desinformados, se comienza de nuevo a introducir la figura del desprogramador como si la modificación de las ideas religiosas no fuera un derecho inalienable del individuo. Cuando algún psiquiatra o psicólogo venido a más desea unos minutos de fama se vuelve desprogramador, experto en sectas, adulador de medios cristianizados o políticamente correctos y se adentra en el campo de las ideas apoyado en un título universitario que muchas veces se arroja como una espada de Damocles. En la posguerra franquista, después de la Guerra Civil, los grandes apellidos de la psiquiatría de la época, algunos de ellos todavía se siguen escuchando en medios, cuando arengaban a los miembros de la policía para que persiguieran a los rojos, los homosexuales, o los que pensasen diferente, por estar perturbados, estaban ejerciendo como fascinantes programadores. Ahora que los derechos humanos no permiten cercenar a nivel moral o ético las creencias de otros, se les llama para advertir del peligro o para generar listados, que otrera (en los 80) hizo una joven INTERPOL, y ahora construyen algunos exsacerdotes protestantes o cristianos, tratando de encontrar su lugar en un mundo cambiante donde lo ideal es dejar que el otro piense lo que considere. Admiren, por favor a los americanos, que sin rubor sacan a relucir sus creencias sin necesidad de coger las armas por ello, salvo que les toques las narices, como ocurrió en WACCO, Texas, con el ranchero David Koresh y su grupo los davidianos, donde el FBI entró en tromba, matando a determinados miembros del grupo. Fíjense si lo hicieron mal que desde ese caso, cambiaron los protocolos del FBI sobre dichos temas.

Trump o Kamala Harris siempre tienen, como buenos protestas, a Dios presente. En el Estado de Luisiana se acaba de imponer por imperativo político local que los Diez Mandamientos se exhiban en colegios y universidades. Y aunque todo ello contraviene la primera enmienda, no se deja de intentar. La frase: “Si quieres respetar al legislador, empieza por Moisés”, recorre todos los estados de la unión, calando en mayor o menor medida. La primera enmienda americana, de la cual los europeos deberíamos aprender, promete que todos podremos decidir por nosotros mismos en qué creer, si es que consideramos hacerlo.

¿Por qué no desprogramamos, por ejemplo, a los que tienen ideas totalitarias? A los comunistas radicales, a los marxistas leninistas o estalinistas, a los seguidores en una doctrina llevada al extremo como los musulmanes radicales, una fábrica de generar muertos en todo el mundo. Fíjense de nuevo que declararse sencillamente humanista puede constarle la vida, a quien viviese en la Antigua Grecia, o resida en algún país totalitario como Irán, Afganistán, entre otros muchos. Svetlana Tijanovskaya, la líder opositora al régimen de Lukashenko, gran amigo de Putín, afirmaba en este 2024 que…Bielorrusia es un enorme gulag, como en la época de Stalin…

En la antigua Unión Soviética, los enemigos políticos, los aristócratas, los hombres de negocios, etc., y hasta la gran mayoría de los miembros de la jerarquía de la Iglesia Ortodoxa Rusa, fueron a un tipo de gulag para ser reacondicionados. Algunos de ellos sencillamente murieron, pero otros, como los miembros de la jerarquía religiosa se reacondicionaron a servir al poder de entonces y al de hoy. Fueron programados a base de moderados estipendios para que pudieran vivir cómodamente adoctrinando (programando) a los ciudadanos en las benevolencias del poder imperante. Alguien pude dudar de que dicho principio de programación no ha sido utilizado por las grandes estructuras de pensamiento cristiano en Europa en nuestros días.

Quizá y como aproximación al tema que sin duda daría pie a un extenso libro, podríamos generar campos de reacondicionamiento para Testigos de Jehová, Scientologists, y cualquier otra persona, o mejor sujeto, utilicemos un lenguaje que les haga perder la identidad, en unos años, quizá veinte o treinta, tendríamos una Europa monísima llena personas “CANCELADAS”.

Éste tal vez sería el paraíso de los Desprogramadores, donde todos pensasen lo mismo y acorde con el poder establecido. Mi pregunta es ¿por qué no dejamos a los demás que piensen o crean en lo que consideren? La Carta de los Derechos Humanos así lo declara, aunque por supuesto si cometen algún delito que atenta contra el código penal, pues como dirían los guillotinistas en la Revolución Francesa, o la Reina en el grandioso cuento de Alicia en el País de las Maravillas: ¡¡¡Que les corten la cabeza!!! Eso sí, entiéndanme, virtualmente.

Gabriel Carrión López
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Escritor y periodista de investigación. Gabriel Carrión López: Jumilla, Murcia, 1962Escritor, guionista y realizador. Ha trabajado como periodista de investigación desde 1985 en prensa, radio y televisión. Experto en sectas y nuevos movimientos religiosos, ha publicado dos libros sobre la banda terrorista ETA. Colabora con medios de prensa libre y es conferenciante sobre temas diversos. Se retira en 2004 de gran parte de sus actividades públicas y comienza de nuevo su actividad en 2008 con la investigación del libro “Scientology la batalla más larga”, que se publica en 2011.Desde entonces ha publicado dos libros, uno de ellos sobre autoayuda y después de varios años, ve la luz este libro EL PODER DE LA PALABRA, un ensayo de preguntas y respuestas que contesta de forma clara y sencilla algunos de los temas más candentes relacionados con Scientology, un tema del cual el autor tiene pensado publicar tres libros más y acabar con un proyecto que comenzó en 2007, y al que, cuando termine en 2022, habrá dedicado 15 años de su vida
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