Comunicado de www.vaticannews.va —
El Padre Galvis Ospina, misionero de la Consolata, habla de la emoción que sintió de ver ya santo a su fundador. Y recuerda que san José Allamano quería que en la persona del misionero los demás pudieran sentir ese amor misericordioso de Dios.
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
Vatican News entrevistó al padre Andrés Galvis Ospina misionero de la Consolata, sobre la canonización de su fundador de la congregación, el padre José Allamano, nos expresó su gran emoción y alegría haber participado en la misa. Una emoción que comenzó viendo la imagen de su fundador expuesta en la Plaza de San Pedro. Un momento esperado por todos los misioneros y misioneras de la Congregación que fundó el padre Allamano: los misioneros de la Consolata.
Los misioneros de la Consolata: servir a la humanidad
Galvis Ospina explica que la misión parte del llamado, de esa vocación, a la cual, dijo, nuestro padre fundador decía que debíamos estar atentos. Porque: Dios me llamará hoy y no sé si lo hará mañana. Desde allí entra en nosotros ese sello particular de los misioneros de la Consolata que llevamos el servicio a la humanidad a través de la consolación. Es lo que quiso nuestro padre fundador, afirmó, que en la persona del misionero los demás pudieran sentir ese amor misericordioso de Dios.
La canonización: un punto de partida y no de llegada
Galvis recordó la homilía que pronunció el cardenal Giorgio Marengo, misionero de la Consolata, el lunes después de la ceremonia de canonización, en la misa de acción de gracias, en la basílica de San Pablo extramuros, al decir que la canonización no era un punto de llegada sino de partida, palabras que le emocionaron al padre Andrés, y agregó que además es una continuidad de lo que venimos haciendo.
El hecho de tener a nuestro padre fundador como santo, nos hace más visibles, llegando a más personas, a partir de estos días, dando a conocer la figura de nuestro padre fundador, dijo y agregó que Allamano siempre había mencionado más a Nuestra Señora de la Consolata, porque cómo decía, es Ella la fundadora y él se ponía en el puesto de cofundador por su gran amor a la Patrona de Turín, y como rector del Santuario de Turín es donde crea la Congregación, frente a la contemplación de la imagen, manifestó Galvis, él encuentra esa inspiración para crearnos, siempre quiso que habláramos de María, y lo hicimos vida en nosotros durante nuestra experiencia misionera.
La congregación cuenta con 900 religiosos esparcidos por todo el mundo, señaló el padre keniano James Lengarin IMC, Superior General de los Misioneros de la Consolata, y recueda el origen de la creación de esta familia de consagrados: «Fuimos fundados sobre todo para los no cristianos. Nuestro fundador se inspiró mucho en la actividad misionera de los sacerdotes de Don Bosco. Para él, la mayor preocupación fue siempre ir a llevar el Evangelio a los que no conocen a Dios. Además, la promoción humana era un aspecto muy importante que él siempre destacaba’.
Andrés Galvis Ospina, ha estado leyendo la nueva encíclica del Papa Francisco, donde habla de fuego en el corazón, donde habla de ensanchar el corazón, al respecto dijo que cree que en la vida de todos los santos, y hablando en particular de San José Allamano, ve que en él está ese ensanchamiento del corazón, para que ese fuego interior pueda también entonces, llegar a las demás culturas y pueblos, que es donde nosotros como misioneros estamos siempre llamados a ir, manifestó.
Padre José Allamano
José Allamano, vivió entre 1851 y 1926. De joven, José creció entre los salesianos, a los 22 años era sacerdote con el sueño de ir a una misión, pero su salud no era de hierro y tuvo que ocuparse de otras cosas. A los 29 le enviaron a dirigir el mayor santuario mariano de Turín, dedicado a Nuestra Señora Consolata. Lo devolvió a su antiguo esplendor y el sueño de las misiones se transformó en una gran obra, el Istituto Missioni Consolata, que fundó en 1901 y, a petición de Pío X, estableció también una rama femenina con las Hermanas Misioneras de la Consolata. Juan Pablo II lo beatificó en 1990.
El milagro de su santidad
El 7 de febrero de 1996, un jaguar hembra se abalanzó sobre Sorino Yanomami, un indio de la selva amazónica. El golpe le arrancó parte del cráneo y durante ocho horas el hombre quedó sin atención médica adecuada, hasta que un avión lo trasladó al hospital de Boa Vista. La escena para los médicos es terrible, el indígena es operado y luego ingresado en cuidados intensivos. Junto a él, además de su mujer, están seis monjas de la Consolata, un sacerdote y un hermano misionero, también de la Consolata. Todos ellos invocan al beato Allamano y colocan una de sus reliquias junto a la cama de Sorino. Ese día comenzó la novena del beato y los religiosos la recitaron para pedir a su fundador la curación del hombre. Sorino se despertó diez días después de la operación sin problemas neurológicos. El 4 de marzo fue trasladado a una residencia y el 8 de mayo regresó a su pueblo completamente curado, reanudando su vida como habitante del bosque.
A petición de los misioneros y misioneras de la Consolata, el obispo de Roraima, Dom Mário Antônio da Silva, nombró el 29 de julio de 2020 a los miembros del Tribunal Diocesano local para las Causas de los Santos, que se reunieron en Boa Vista del 7 al 15 de marzo de 2021 para estudiar la veracidad de la curación milagrosa de Sorino Yanomami atribuida a la intercesión del beato José Allamano, y enviaron después sus conclusiones e informes al Dicasterio para las Causas de los Santos, en el Vaticano.
Se publicó primero como Padre Andrés: cuando se encuentra al otro, servirlo y así servir a Dios