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La salud mental no es hacer «corta, pega y colorea» en el cerebro

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En una reciente emisión del programa «Órbita Laika» de Radio Televisión Española, presentado por Eduardo Sáenz de Cabezón, la psicóloga Laura Morán ofreció una revisión histórica de los tratamientos de salud mental, no solo para resaltar avances, sino para exponer las prácticas que, bajo el amparo de la ciencia, infligieron graves daños a miles de personas. Desde los primeros hospitales psiquiátricos hasta las terapias más controvertidas del siglo XX, su análisis subrayó la necesidad de mirar críticamente nuestro pasado para corregir como ya lo está pidiendo la ONU y la OMS, nuestro presente arcaico.

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Primeros pasos: El Hospital de los Inocentes y una visión humanitaria

Morán recordó los orígenes de los hospitales psiquiátricos en Occidente, remontándose a 1410, cuando Fray Juan Gilabert Jofré fundó en Valencia el Hospital de los Inocentes. Esta institución marcó un hito al tratar a personas con enfermedades mentales como seres humanos necesitados de apoyo y no de reclusión o aislamiento.

Aunque los tratamientos eran rudimentarios, como baños de agua caliente y remedios con absenta, el enfoque era humanitario y respetuoso, algo que desaparecería en los siglos posteriores cuando la psiquiatría abrazó prácticas deshumanizadoras.

La lobotomía: un horror legitimado

En 1935, António Egas Moniz, un neurocirujano portugués, introdujo la leucotomía (posteriormente llamada lobotomía), un procedimiento quirúrgico que consistía en destruir parte de la sustancia blanca del cerebro con la esperanza de aliviar problemas mentales. Esta práctica no solo carecía de una base científica sólida, sino que también condenó a los pacientes a vidas marcadas por incapacidad emocional, deterioro cognitivo y dependencia total de otros.

A pesar de sus devastadores resultados, Moniz recibió el Premio Nobel de Medicina en 1949, un galardón que ha sido severamente cuestionado en retrospectiva. Este premio validó un método que no era más que una brutal mutilación cerebral, dejando a miles de personas con daños irreversibles bajo la bandera de la innovación científica.

Electroshock: un pasado y presente cuestionable

Otra de las prácticas más controvertidas mencionadas por Morán fue la terapia electroconvulsiva (TEC), desarrollada en 1938 por los italianos Ugo Cerletti y Lucio Bini. Este procedimiento consiste en aplicar descargas eléctricas al cerebro para inducir convulsiones, bajo la premisa de «reiniciar» el sistema nervioso.

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En sus inicios, la TEC se practicaba sin anestesia ni relajantes musculares, lo que generaba fracturas óseas, lesiones dentales y un profundo sufrimiento físico y emocional. Incluso con la introducción de anestesia y protocolos más modernos, la TEC sigue siendo una terapia muy criticada. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha declarado que, cuando se aplica sin consentimiento informado o sin explicar plenamente sus riesgos, puede considerarse una forma de tortura. Entre sus efectos secundarios se encuentran la pérdida de memoria, alteraciones cognitivas y un impacto emocional que muchos pacientes describen como traumático.

Aunque algunos argumenta sin fundamento que la TEC es efectiva para tratar depresiones severas, su uso continúa siendo objeto de debate ético, especialmente porque representa una intervención extrema y con consecuencias irreparables.

De los psicofármacos a una visión más amplia de la salud mental

En los años 50 y 60, los psicofármacos marcaron un cambio en el tratamiento de la salud mental. Aunque se promovieron como una solución menos invasiva que la lobotomía o el electroshock, los medicamentos no están exentos de críticas. Durante décadas, se popularizó la idea de que trastornos como la depresión se debían a desequilibrios químicos, como la falta de serotonina. Sin embargo, investigaciones recientes han cuestionado esta teoría simplista, sugiriendo que estos desequilibrios son más una consecuencia que una causa de los trastornos mentales.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) subraya que el bienestar psicológico está más relacionado con las condiciones de vida y el entorno social de una persona que con alteraciones cerebrales. Este enfoque invita a replantear la salud mental desde una perspectiva integral, en lugar de depender exclusivamente de soluciones farmacológicas o intervenciones invasivas.

Un legado para no repetir

Tras escuchar a Laura Morán nos quedamos con una reflexión clara: la historia de la psiquiatría está plagada de brutalidades de las que ni se habla, y abusos que no deben ser ignorados. Métodos como la lobotomía y el electroshock, aunque alguna vez fueron considerados innovadores, dejaron cicatrices profundas en quienes los padecieron y los psicofármacos parecen haberse convertido en la forma química y maquillada de lograr los mismos resultados, en demasiadas ocasiones nocivos.

Laura Morán terminar su intervención diciendo que

«En definitiva, lo que a mí me gustaría dejar claro hoy es que el bienestar psicológico y la salud mental tienen más que ver con nuestro contexto, con las interacciones, con que aprendamos a hacer cosas diferentes (…) que con hacer corta, pega y colorea en el cerebro».

El programa «Órbita Laika» reafirma su compromiso con la divulgación científica crítica, arrojando luz sobre temas tan complejos como necesarios. Solo mirando de frente este pasado podemos construir un futuro más humano y ético en el tratamiento de la salud mental.

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