Comunicado de www.vaticannews.va —
El Secretario de Estado destaca los aspectos fundamentales de la reforma de la Pontificia Academia Eclesiástica. Es una institución, afirma el purpurado, llamada por el Papa Francisco a formar -ante todo- testigos de la fe al servicio de la Iglesia y valientemente comprometida en tender puentes de diálogo y justicia.
Alessandro Gisotti
Se abre una nueva temporada para la diplomacia de la Santa Sede. La inauguró el Papa Francisco con la publicación de un quirógrafo que sanciona oficialmente la renovación de la Pontificia Academia Eclesiástica, institución fundada hace más de tres siglos y que siempre ha tenido la función de preparar a los diplomáticos pontificios. El cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin, que es también el Protector de la Pontificia Academia Eclesiástica, habló a los medios de comunicación vaticanos sobre los aspectos más destacados de esta reforma. Espera que la diplomacia vaticana actúe con valentía y creatividad -como pide el Papa- cada vez más al servicio del diálogo entre los pueblos y las culturas.
La Pontificia Academia Eclesiástica se fundó hace más de trescientos años. Sin embargo, sus fines fundamentales siguen siendo los mismos…
Sí, a más de tres siglos de su fundación, la Pontificia Academia Eclesiástica sigue formando diplomáticos, que son la mirada vigilante y lúcida del Sucesor de Pedro sobre la Iglesia y el mundo, comprometidos a representar al Papa con un espíritu misionero que no conoce fronteras. Ellos no solo participan en los debates internacionales, sino que están llamados a interpretar y proponer, en línea con la visión cristiana de la Iglesia, soluciones que puedan contribuir a construir un mundo más justo y fraterno.
El Papa Francisco siempre ha prestado atención a quienes participan en la diplomacia vaticana. ¿Cuáles son las principales cualidades que el Santo Padre considera que debe tener un buen diplomático de la Santa Sede?
Durante sus encuentros con Nuncios Apostólicos y Observadores Permanentes, el Papa Francisco ha descrito a menudo a los diplomáticos pontificios como “sacerdotes con maletas en la mano”, subrayando así el carácter pastoral, misionero y universal de su servicio. Es precisamente este espíritu de servicio evangelizador el que ha impulsado al Papa a reorganizar el itinerario de formación de estos sacerdotes, con la intención de reforzar su preparación y adaptarla a los desafíos contemporáneos. Es una decisión que marca un nuevo capítulo en la historia de la diplomacia pontificia.
Aquí entramos de lleno en el corazón de la reforma. ¿Cuáles son las novedades más significativas? ¿Cuál es el espíritu que anima esta decisión del Papa?
Con la reforma, la Academia se estructura como Instituto de Enseñanza Superior e Investigación en Ciencias Diplomáticas, en línea con la visión innovadora propuesta por la Constitución Apostólica Alegría de la verdad y con los estándares internacionales de estudios universitarios, en particular con el “Proceso de Bolonia”, que ha logrado una armonización de los diversos sistemas europeos de enseñanza superior. A partir de ahora, la Pontificia Academia Eclesiástica podrá conferir los grados académicos de Licenciado (equivalente al grado de Máster) y Doctor (PhD), ofreciendo a sus estudiantes una formación que integra disciplinas jurídicas, históricas, políticas y económicas y, por supuesto, conocimientos específicos en ciencias diplomáticas. Con una visión actualizada de los itinerarios universitarios y de investigación, se trata de una vuelta a las raíces, a los cimientos de esta institución que ha vivido muchos acontecimientos de la historia, a menudo nada fáciles para la Sede de Pedro. Y a pesar de las adversidades de los acontecimientos, la Academia ha seguido siendo el lugar de formación al servicio de los Papas.
En el Quirógrafo, el Papa subraya que la renovación no se limita a un enfoque puramente técnico…
Ciertamente. En efecto, los programas de enseñanza estarán estrechamente relacionados con las disciplinas eclesiásticas, de modo que la preparación de los sacerdotes-alumnos conjugue la esfera diplomática con la dimensión de comunión de la Iglesia y se desarrolle en sintonía con el método de trabajo de la Curia romana, la evangelización y la acción misionera de la Iglesia. Y también la relación entre la Iglesia y la sociedad, así como el diálogo con la cultura contemporánea, que se consideran elementos fundamentales para la diplomacia vaticana, que actúa como portavoz del mensaje cristiano en los foros internacionales. También por esta razón -aunque la Academia forma parte orgánicamente de la estructura de la Secretaría de Estado- varios Dicasterios de la Curia Romana estarán implicados en la formación y en los órganos colegiados de la Academia.
Esta reforma ha tenido una larga gestación. ¿Puede decirse que el Papa amplía ahora el horizonte de la acción diplomática de la Santa Sede?
El Papa Francisco, con ese “sano realismo” que caracteriza su acción pastoral, no se limita a proponer una reforma de la formación diplomática basada únicamente en la adquisición de conocimientos teóricos, sino que busca una preparación que responda a las necesidades de un mundo en constante evolución. En el quirógrafo, el Papa observa que “no es suficiente limitarse a la adquisición de conocimientos teóricos, sino que es necesario desarrollar un método de trabajo y un estilo de vida que le permitan comprender profundamente las dinámicas de las relaciones internacionales”. La formación, por tanto, debe orientarse a la comprensión de los desafíos concretos a los que se enfrenta una Iglesia cada vez más sinodal. En esta perspectiva, el Papa subraya las cualidades indispensables para quienes están llamados a representar a la Sede Apostólica en los foros internacionales: cercanía, escucha atenta, testimonio, perspectiva fraterna y diálogo. Y de nuevo, valentía y creatividad. Estos rasgos deben ir acompañados de humildad y mansedumbre, que constituyen la esencia de la misión sacerdotal. Tales virtudes son el alma de una acción diplomática que tiene como objetivo el bien común, la paz y la promoción de la libertad religiosa.
Mirando la guerra de Ucrania, la guerra de Gaza y las muchas, demasiadas guerras olvidadas, desgraciadamente, parece que la diplomacia, el multilateralismo, ya no tienen el valor y la fuerza que tuvieron antaño. ¿Cómo encaja una reforma como esta en el contexto internacional en el que nos encontramos?
El Santo Padre nos recuerda que solo a través de un cuidadoso discernimiento y una atenta observación de la realidad siempre cambiante es posible dar sentido a los acontecimientos globales y proponer acciones concretas. Por tanto, el diplomático pontificio no es solo un experto en técnicas de negociación, sino un testigo de la fe, comprometido en la superación de las barreras culturales, políticas e ideológicas, y en la construcción de puentes de paz y justicia. Este enfoque permite a la Iglesia desarrollar caminos concretos para la paz, para la libertad religiosa de cada creyente y para el orden entre las naciones, teniendo siempre presente la misión de Cristo y el bien de toda la humanidad. En este horizonte renovado, la Pontificia Academia Eclesiástica se convierte no solo en un centro de excelencia en ciencias diplomáticas, sino también en una forja de formadores llamados a llevar a cabo la diplomacia de la Santa Sede, con un estilo que refleje el corazón del Evangelio: diálogo, reconciliación y paz.
¿Qué espera para esta reforma, que puede definirse como una verdadera nueva temporada de la diplomacia de la Santa Sede?
Con la reforma, el Papa Francisco desea actualizar el enfoque de la diplomacia de la Santa Sede a los desafíos del mundo contemporáneo, respondiendo a las necesidades de un entorno diplomático cada vez más globalizado e interconectado. La reforma pretende reforzar el vínculo entre la investigación y la formación académica de los futuros diplomáticos pontificios y los retos concretos a los que se enfrentarán en sus misiones en el extranjero. Mi esperanza es, por tanto, no solo que se formen diplomáticos expertos, sino sacerdotes que, conscientes de la misión universal de la Iglesia, puedan responder con competencia, sensibilidad y espíritu evangélico a los desafíos globales, llevando adelante la visión del Papa de la diplomacia como instrumento de paz, justicia y solidaridad entre los pueblos.
Se publicó primero como Cardenal Parolin: Que la diplomacia vaticana este cada vez más al servicio de la paz