PARÍS — En una cálida mañana de junio de 2024, el Tribunal Administrativo de París dictó un veredicto que causó conmoción en las instituciones laicas de Francia. El tribunal dictaminó que la MIVILUDES —la Misión Interministerial de Vigilancia y Lucha contra las Derivas Sectarias de Francia— había publicado afirmaciones inexactas e imposibles de verificar sobre determinados grupos religiosos minoritarios en su informe de 2021. La sentencia se produjo en el marco de una larga controversia sobre el papel de la agencia, sus métodos y la exactitud de su trabajo. La MIVILUDES, que en su día se presentó como la vanguardia de la defensa de Francia contra la manipulación espiritual, se encuentra ahora envuelta en la controversia, las reprimendas judiciales y las crecientes críticas internacionales.
La decisión del tribunal fue emblemática de un ajuste de cuentas más amplio. Durante los últimos cinco años, la MIVILUDES ha sido objeto de un escrutinio cada vez mayor por lo que sus detractores describen como un patrón de sesgo ideológico, estadísticas dudosas y desprecio por el debido proceso. Creada para coordinar la lucha contra las prácticas sectarias nocivas, ahora se le pide a la agencia que rinda cuentas por su propia mala conducta. Mientras Francia redobla su legislación para criminalizar la «influencia sectaria» o la «subyugación psicológica», muchos comienzan a preguntarse: ¿quién vigila al vigilante?
Los orígenes de un guardián republicano
El enfoque de Francia para combatir lo que considera «cultos» o «sectas» se diferencia del de la mayoría de las democracias occidentales. Mientras que Estados Unidos hace hincapié en la libertad religiosa y muchos países europeos abordan los grupos religiosos peligrosos principalmente a través de las leyes penales vigentes, Francia ha creado instituciones gubernamentales y no gubernamentales especializadas que se dedican exclusivamente a vigilar y combatir lo que los funcionarios denominan «fenómenos sectarios».
En 1995, una comisión parlamentaria elaboró un informe en el que se enumeraban 173 movimientos considerados «cultos peligrosos». Esta lista incluía no solo pequeños grupos apocalípticos, sino también minorías religiosas consolidadas como los testigos de Jehová, los adventistas del séptimo día y diversos movimientos budistas, evangélicos y de espiritualidad alternativa.
La lista parlamentaria no tenía valor legal, pero sus detractores sostienen que se convirtió en una lista negra de facto con consecuencias para los incluidos en ella. Varias organizaciones de libertad religiosa y académicos han documentado casos en los que los grupos incluidos en la lista tuvieron dificultades para alquilar locales, abrir cuentas bancarias o recibir un trato igualitario por parte de las autoridades locales.
A raíz del informe, Francia creó en 1996 el Observatorio de las Sectas, que se transformó en 1998 en la Misión de Lucha contra las Sectas (MILS) y, finalmente, en 2002, tras las críticas internacionales al enfoque de su predecesora, pasó a denominarse Miviludes.
Lo que ocurrió es que, en sus primeros años, la Miviludes y sus predecesores intentaron definir los movimientos sectarios mediante listas de características, entre las que figuraban la «desestabilización mental», las «exigencias económicas exorbitantes» y la «ruptura con los valores tradicionales». Los críticos, entre los que se encontraban juristas y defensores de la libertad religiosa, señalaron que estos criterios podían aplicarse a muchas organizaciones mayoritarias.
A mediados de la década de 2000, tras las críticas de organismos internacionales como el Consejo de Europa y el Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la libertad de religión o de creencias, la Miviludes cambió su postura pública. La agencia comenzó a hacer hincapié en que no se centra en las creencias, sino únicamente en los «comportamientos peligrosos», independientemente de que se produzcan en un contexto religioso.
Los críticos, entre los que se encuentran varios juristas de prestigio especializados en libertad religiosa, han argumentado que este cambio fue principalmente retórico y no sustantivo, ya que las mismas religiones minoritarias seguían siendo objeto de un escrutinio desproporcionado.
La MIVILUDES, que en un principio dependía del primer ministro y ahora es una agencia del Ministerio del Interior (Ministerio del Interior francés), se encargaba de coordinar las políticas públicas, asesorar a las autoridades y ayudar a las víctimas de abusos sectarios. A lo largo de los años, la agencia desarrolló una amplia red de colaboraciones con asociaciones como UNADFI, CCMM, CAFFES y GEMPPI, así como con el poder judicial, los servicios de inteligencia y las fuerzas del orden. Los primeros informes se jactaban de tener cientos de grupos bajo vigilancia, lo que pintaba un panorama de peligro creciente.
Sin embargo, la misión siempre fue políticamente delicada. El compromiso de Francia con la «laicidad» —su particular forma de secularismo— y la desconfianza cultural hacia la «manipulación espiritual» crearon un entorno permisivo para una fuerte intervención estatal. Pero desde el principio, los críticos advirtieron que la MIVILUDES corría el riesgo de confundir los abusos reales con creencias alternativas, prácticas espirituales o religiones minoritarias.
Líneas difusas: definiciones problemáticas de la MIVILUDES
Un elemento central del enfoque de la MIVILUDES es el concepto de «desviación sectaria», que sigue sin estar definido en la legislación. Según los críticos, esta vaguedad ha permitido a la agencia ampliar sus competencias mucho más allá de lo que se pretendía inicialmente.
A lo largo de los años, la MIVILUDES ha incluido en sus listas o criticado a decenas de grupos: los testigos de Jehová, la Iglesia de la Cienciología, las escuelas antroposóficas, los colectivos de yoga, los centros de naturopatía, los grupos de meditación budista, los cristianos evangélicos e incluso la terapia de constelaciones familiares. La mayoría de estos grupos operan legalmente en Francia, algunos con miles de adeptos y reconocimiento como organizaciones benéficas.
Sociólogos como Bruno Étienne, Jean-François Mayer y Danièle Hervieu-Léger llevan mucho tiempo advirtiendo sobre los peligros de la extralimitación institucional, argumentando que el Estado está «sustituyendo el juicio teológico por la autoridad política», vigilando de facto las creencias. El lenguaje de MIVILUDES ha sido calificado de «cuasi inquisitorial», señalando que refleja una incomodidad típicamente francesa con la espiritualidad no regulada.
Datos controvertidos: un ajuste de cuentas con las inexactitudes
Uno de los aspectos más condenatorios de la crisis de credibilidad de la MIVILUDES ha sido su dependencia de datos cuestionables. A lo largo de los años, los informes de la agencia se han hecho famosos por su metodología opaca y sus estadísticas imposibles de verificar. En el informe anual de 2021, MIVILUDES afirmaba que «aproximadamente 500 sectas» estaban activas en Francia y que «al menos 500 000 víctimas» sufrían bajo su influencia. Estas cifras se citaron sin ninguna metodología ni pruebas que las respaldaran, a pesar de que la agencia no había realizado ninguna encuesta sistemática desde la década de 1990.
El problema de estas cifras no es solo la falta de verificación empírica, sino el hecho de que se utilizan para justificar medidas legales y políticas. En algunos casos, el Gobierno francés se ha basado en los informes de MIVILUDES para cerrar organizaciones, confiscar bienes o restringir las actividades de determinados grupos. Sin embargo, como puso de relieve la sentencia judicial de 2024, estos informes a menudo no aportan las pruebas necesarias para justificar intervenciones tan graves.
Aún más preocupante es que el informe de 2021 se basaba en gran medida en información obsoleta, algunas de ellas con más de una década de antigüedad. En una respuesta de 2022 a una consulta de una ONG, la MIVILUDES reveló que estaba utilizando cifras de 1995, 2006 y 2010 como base para sus cálculos más recientes. En una rara admisión, MIVILUDES reconoció que estas cifras se basaban en «pruebas anecdóticas» y «estimaciones», y no en estudios rigurosos.
Las consecuencias de estas revelaciones han sido graves. Se han acumulado los recursos legales contra la validez de los informes de la agencia y varios grupos anteriormente mencionados en los informes de MIVILUDES están ahora reclamando daños y perjuicios por difamación. Los críticos de la agencia argumentan que MIVILUDES no solo ha engañado al público, sino que también ha violado los principios de precisión y transparencia que deben sustentar el trabajo de cualquier agencia gubernamental.
Una nueva ley, un nuevo mandato: la legislación antisectas de 2024
En abril de 2024, Francia aprobó una nueva ley que ampliaba los poderes de la MIVILUDES. La ley, que tipifica como delito la «subordinación psicológica» e introduce penas severas para las personas o grupos declarados culpables de ejercer una influencia indebida sobre sus seguidores, fue acogida con reacciones encontradas. Por un lado, los defensores de la ley argumentan que refuerza la lucha contra las sectas y proporciona herramientas muy necesarias para proteger a las personas vulnerables. Por otro lado, la redacción imprecisa de la ley y la amplia discrecionalidad que otorga a la MIVILUDES han suscitado la preocupación de que pueda utilizarse para perseguir a las minorías religiosas o las prácticas espirituales no convencionales.
La inclusión de la «sometimiento psicológico» en el código penal ha suscitado un intenso debate. Los detractores sostienen que el término es intrínsecamente subjetivo y puede manipularse fácilmente para suprimir las libertades religiosas. La ley otorga a la MIVILUDES la autoridad para evaluar si un grupo está involucrado en «sometimiento psicológico», pero los criterios para tales evaluaciones no están claros. Esta falta de claridad, junto con el historial de evaluaciones sesgadas de la agencia, ha suscitado el temor de que la ley se aplique de manera desigual e injusta.
Mientras que algunos sostienen que la ley es necesaria para proteger a las personas de la coacción perjudicial, otros advierten de que podría abrir la puerta a enjuiciamientos arbitrarios y a la represión estatal de las minorías religiosas.
Los detractores de la ley están especialmente preocupados por el hecho de que afecte de manera desproporcionada a los grupos religiosos minoritarios, que históricamente han sido blanco de la MIVILUDES. Por ejemplo, los testigos de Jehová, un grupo que ha sido objeto de escrutinio por parte de la MIVILUDES durante mucho tiempo, han expresado su alarma por el potencial de la ley para intensificar la persecución. Los defensores de la libertad religiosa han advertido de que la ley podría allanar el camino para una represión de las prácticas espirituales que se alejan de la corriente dominante.
Una estructura defectuosa: problemas internos y falta de coordinación
Lo que distingue al sistema francés a nivel internacional no es solo su misión gubernamental, sino su integración en una red de asociaciones anticultos privadas y financiadas con fondos públicos. Las principales organizaciones son la UNADFI (Unión Nacional de Asociaciones para la Defensa de las Familias y las Personas), el CCMM (Centro contra las Manipulaciones Mentales), el GEMPPI (Grupo de Estudio sobre los Movimientos de Pensamiento para la Protección de la Persona) y el CAFFES (Centro Nacional de Apoyo a las Familias contra las Influencias Sectarias).
Estas asociaciones reciben importantes subvenciones gubernamentales, que constituyen su única fuente de financiación, ya que no cuentan con apoyo financiero de otras fuentes y tienen un número muy reducido de miembros. Según los registros financieros disponibles públicamente, en 2023 recibieron en conjunto varios millones de euros de financiación gubernamental. Prestando testimonio en juicios, asesorando a diversos organismos gubernamentales y participando en campañas de «educación» pública contra grupos que consideran sectarios.
Más allá de las controversias que rodean sus informes y su creciente influencia en la legislación francesa, la MIVILUDES también se enfrenta a graves problemas internos. A lo largo de los años, la estructura organizativa de la agencia ha sido cuestionada, y sus detractores argumentan que es ineficaz, está mal coordinada y sufre una elevada tasa de rotación de personal. Un informe de 2023 del Tribunal de Cuentas francés (Cour des Comptes) identificó varios problemas relacionados con el funcionamiento de la MIVILUDES, entre ellos la falta de orientación estratégica, la falta de claridad en las responsabilidades y la duplicación de funciones entre la agencia y sus organizaciones asociadas.
El informe destacaba que el mandato de la MIVILUDES era a menudo demasiado vago para poder aplicarse de manera eficaz. La labor de la agencia se solapa con la de numerosas otras instituciones, entre ellas el poder judicial, las fuerzas del orden y diversas organizaciones de la sociedad civil, pero la coordinación entre estos organismos es escasa. Como resultado, los esfuerzos de la MIVILUDES han sido a menudo fragmentados y descoordinados, con diferentes ramas del Gobierno trabajando en direcciones opuestas.
Además, la agencia ha sufrido una elevada tasa de rotación entre sus dirigentes. Desde su creación, la MIVILUDES ha experimentado múltiples cambios en su dirección, y varios directores han dimitido bajo la presión de controversias políticas o conflictos internos. Esta constante rotación ha provocado una falta de continuidad en el enfoque de la agencia y ha dificultado la creación de confianza entre el público y otras partes interesadas.
A pesar de estos retos, la MIVILUDES ha logrado mantener una presencia significativa en la política francesa, especialmente en el ámbito de las políticas públicas relacionadas con la libertad religiosa y el cultismo. Sin embargo, con su credibilidad cada vez más cuestionada, muchos se preguntan si la agencia puede seguir funcionando como un organismo de control eficaz o si se ha convertido en parte del problema que se propuso resolver.
Los escándalos financieros: una crisis que se agrava
Además de sus problemas legales y operativos, la MIVILUDES se ha enfrentado a crecientes acusaciones de mala gestión financiera y conducta indebida. Varias asociaciones afiliadas a la agencia, como la UNADFI, la CCMM, la CAFFES y la GEMPPI, también han sido objeto de investigaciones por irregularidades financieras. Estas organizaciones, que reciben importantes fondos públicos, han sido acusadas de malversar fondos destinados a programas educativos, servicios de apoyo a las víctimas y actividades de sensibilización contra las sectas.
El caso más destacado es el de la UNADFI y el CCMM, que son objeto de una investigación en curso por parte de la Fiscalía Financiera de Francia (Parquet national financier). Según los informes, se acusa a estos grupos de desviar fondos públicos a cuentas personales y de utilizar subvenciones destinadas a campañas educativas para cubrir gastos administrativos y gastos no relacionados con su misión. El escándalo ha sacudido la confianza pública tanto en la agencia como en sus socios, y ha puesto en tela de juicio la eficacia de los mecanismos de supervisión pública y la falta de rendición de cuentas en el sector.
Esta crisis financiera ha tenido consecuencias de gran alcance. En 2024, el Tribunal de Cuentas, el organismo de supervisión financiera de Francia, inició una investigación sobre las prácticas de financiación de la MIVILUDES y sus asociaciones afiliadas. El informe, que aún no se ha publicado en su totalidad, se espera que revele importantes discrepancias e irregularidades penales en la asignación de fondos y podría dar lugar a condenas penales para los implicados, según ha explicado el presidente del tribunal independiente, Pierre Moscovici. Los críticos argumentan que estas irregularidades reflejan problemas sistémicos más profundos dentro del sector anticultos, a saber, la falta de transparencia y la excesiva dependencia de las subvenciones gubernamentales.
Para muchos, los escándalos de mala gestión financiera son el último de una serie de golpes devastadores para la reputación de la MIVILUDES. La organización debía ser un ejemplo de integridad en la lucha contra las sectas coercitivas, pero su incapacidad para gestionar de forma responsable el dinero de los contribuyentes socava su autoridad moral. En un momento en que la credibilidad de la agencia ya está en entredicho, estos escándalos han suscitado serias dudas sobre la legitimidad de sus operaciones.
El papel de la MIVILUDES en el movimiento anticultos francés en general
La MIVILUDES no es una entidad aislada. Opera como parte de una red más amplia de organizaciones anticultos en Francia, muchas de las cuales comparten su misión, pero son igualmente controvertidas. Durante años, la MIVILUDES ha colaborado estrechamente con grupos como la UNADFI, acusada de utilizar tácticas alarmistas para concienciar sobre las amenazas de las sectas, y el CCMM, una organización cuyos métodos han sido criticados por ser excesivamente agresivos y carecer de fundamento. Estos grupos, aunque afirman tener buenas intenciones en sus esfuerzos por proteger a las personas vulnerables, han sido objeto de críticas por sus métodos de actuación, que, según sus detractores, a menudo difuminan la línea entre la protección legítima y la persecución injustificada.
Una de las críticas más recurrentes al movimiento anticultos en Francia es que se centra en demonizar a grupos religiosos enteros en lugar de centrarse en comportamientos o prácticas concretos perjudiciales. Muchas organizaciones, entre ellas la MIVILUDES y sus afiliados, han sido acusadas de presentar una imagen excesivamente amplia y a menudo inexacta de las sectas «peligrosas». Al basarse en casos sensacionalistas y definiciones vagas, corren el riesgo de alienar precisamente a las personas a las que pretenden proteger, es decir, individuos que pueden formar parte de grupos religiosos legítimos y no mayoritarios que no participan en prácticas perjudiciales.
Al mismo tiempo, los críticos argumentan que el Estado francés se ha mostrado demasiado dispuesto a prestar su apoyo a estas organizaciones, a menudo sin evaluar críticamente sus afirmaciones o métodos. MIVILUDES, en particular, ha sido acusada de actuar como una policía religiosa de facto, definiendo lo que constituye una «secta» y imponiendo una carga indebida a las minorías religiosas en el proceso. Esto ha creado un clima de miedo y sospecha, en el que los grupos se ven obligados a disolverse o a enfrentarse a interminables retos legales y campañas de desprestigio público.
A pesar de estas críticas, la MIVILUDES y sus socios siguen ejerciendo una influencia considerable en la política y las políticas francesas. El Gobierno francés ha mostrado poca voluntad de distanciarse de estas organizaciones, y el debate público en torno a la libertad religiosa y el laicismo sigue estando muy polarizado.
El futuro de la MIVILUDES: ¿Un camino a seguir o un recuerdo lejano?
El futuro de la MIVILUDES es incierto. Las recientes derrotas legales de la agencia, los escándalos financieros y las crecientes críticas públicas e internacionales la han colocado en una posición precaria. Si bien el Gobierno francés sigue comprometido con la idea de combatir las «desviaciones sectarias», no está claro si la MIVILUDES podrá mantener su papel como agencia líder del país en este ámbito.
Una posibilidad es que la MIVILUDES se someta a una reforma significativa, tal vez incluso a una reestructuración o a su disolución total. Dados los retos legales en curso y la sentencia judicial de 2024, es probable que la agencia se vea obligada a reevaluar su enfoque hacia las minorías religiosas y su dependencia de prácticas controvertidas. Esto podría incluir una mayor transparencia, metodologías más rigurosas y un enfoque más equilibrado de la libertad religiosa.
Otro resultado posible es que la MIVILUDES evolucione hacia una agencia más especializada, centrada en formas específicas de abuso o manipulación, en lugar de intentar supervisar y evaluar todos los grupos religiosos de Francia. Esto permitiría un enfoque más específico, que podría abordar problemas reales sin caer en la trampa del sesgo ideológico.
Por ahora, la agencia sigue funcionando, pero su legitimidad está en peligro. A medida que el sistema legal francés exige responsabilidades a la MIVILUDES, puede surgir una oportunidad para un debate más equilibrado y matizado sobre el papel del Estado en la regulación de la práctica religiosa. Mientras tanto, las minorías religiosas en Francia, en particular aquellas que han sido blanco de la MIVILUDES, seguirán buscando justicia y rendición de cuentas.
Este artículo forma parte de una serie de tres artículos que examinan los retos a los que se enfrentan las instituciones francesas de lucha contra las sectas. La próxima entrega se centrará en los escándalos financieros y las investigaciones en curso sobre organizaciones afiliadas a la MIVILUDES.