“He ayudado a mujeres sobrevivientes de violencia a recuperar su fuerza y resiliencia durante los últimos 20 años. Cada vez que apoyé a una mujer, me sentí victoriosa. Siempre quise hacer más y ayudar a más mujeres.
Ahora, siento que cada día se interponen nuevas barreras en mi camino, cada vez más fuertes que la anterior. El número de mujeres y niñas que necesitan asesoramiento va en aumento.
Las familias están luchando cada día más para poner comida en la mesa y literalmente no hay trabajo, lo que aumenta la violencia en el hogar. Las mujeres que eran únicas asalariadas han perdido su empleo, lo que está afectando su salud mental. Las escuelas están cerradas para las niñas; sienten que les han robado sus esperanzas. También se está volviendo más difícil involucrar a los hombres en la comunidad para proteger a las mujeres contra prácticas y normas sociales dañinas.
Aumento del matrimonio precoz y forzado
Todo ello ha hecho que las familias recurran a formas nocivas de afrontar las dificultades cotidianas. Entre ellos, los matrimonios precoces y los matrimonios forzados ahora son frecuentes.
Llevo más de 20 años trabajando en este campo. Las familias de mi provincia me conocen. Las mujeres se sienten seguras de compartir conmigo más que solo la necesidad de atención mental. Los escucho todos los días mientras me cuentan los sueños que tenían: dónde solían trabajar o dónde querían, dónde querían ir a la escuela. Tienen muchas ganas de aprender y piden más espacios para mujeres donde puedan ser libres, aprender y compartir sus experiencias.
Por las mañanas cuando salgo al trabajo, siempre me digo a mí mismo que soy más que un consejero. Soy una sanadora para las mujeres con las que trabajo, para mi comunidad. Estoy ayudando a las mujeres a superar el trauma, pero lo más importante es que las estoy ayudando a encontrar la esperanza que perdieron y hacer planes nuevos y más brillantes. Todos los días, ayudo a las mujeres a inscribirse en clases de alfabetización y formación profesional para que puedan seguir aprendiendo.
Lo que me ha enseñado mi trabajo es que las mujeres necesitan que las mujeres se apoyen mutuamente en su proceso de curación. Necesitamos seguir ayudando a las mujeres y niñas que nos rodean a seguir aprendiendo; es la única forma de aprender, sanar, estar saludable, tener esperanza mientras continúan su viaje en este camino lleno de baches. El poder de iluminar nuestros días oscuros reside en todos y cada uno de nosotros”.
* Los nombres, las ubicaciones y el curso de los acontecimientos se han cambiado en este artículo para garantizar la seguridad de la defensora de los derechos humanos afgana que se presenta.