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3 millones de niñas son sometidas por la fuerza a mutilación genital

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mutilación genital – En el aeropuerto de Barcelona han detenido los mossos d’esquadra a una mujer que intentaba llevar a su hija hasta Marruecos para, desde allí, volar hasta su ciudad natal en Sierra Leona.

Lo que han hecho ha sido, a la vez,  quitarle el pasaporte a su hija de tan solo 17 meses, con una orden de devolución cuando ésta cumpla los 18 años. La intención de esta mujer era la de viajar para practicarle a la menor una ablación, hecho totalmente ilegal en nuestro país y consabidamente perseguido.

Ahora, los Servicios Sociales catalanes se encargan de la niña, pero recordemos que esta práctica está muy extendida en países del Africa subsahariana y las familias no dudan en desplazarse hasta sus lugares de origen con el fin de conseguir practicar esta mutilación en el cuerpo de sus hijas.

Utilizada para controlar la sexualidad femenina, esta práctica incluye la extirpación total o parcial de los genitales externos. La práctica más extremista se denomina infibulación donde se sutura la apertura de la vagina hasta el límite mínimo permitido para dejar salir la orina y el sangrado menstrual.

Su origen no está claro. Se habla del Antiguo Egipto y del Africa Subsahariana e incluso de la antigua Roma en donde las esclavas llevaban fíbulas o broches sujetos a los labios vaginales para evitar embarazos.

Realmente, en el Antiguo Egipto no se ha encontrado evidencia alguna en momias, ni figura en la que quedase reflejada esta práctica, en ningún documento o incluso en obras de arte de la época. La primera mención que se hace data del año 25 antes de Cristo, siendo probable que lo hubiesen exportado los habitantes del Africa Subsahariana.

Un papiro griego fechado en el año 163 a.C. menciona la operación que se les practicaba a las niñas en Memphis, Egipto, a la edad en la que recibían su dote, lo que respaldaría la idea de que la mutilación genital femenina nace como una forma de iniciación para las mujeres jóvenes.

Lo cierto es que las antiguas civilizaciones veían como una deformidad y una vergüenza que el clítoris fuese demasiado grande por el roce continuo contra las ropas, lo que estimulaba el apetito sexual. Por ello, los egipcios consideraban necesario extirparlo antes de que se hiciese demasiado grande.

Ya en el siglo XIX, en Inglaterra y Estados Unidos se practicaba la clitoridectomía para tratar síntomas psicológicos como la masturbación y la ninfomanía. Se creía que la depresión y la neurastenia se originaban por la inflamación genital.

Actualmente se ha reconocido que la mutilación genital femenina es una violación a los derechos humanos de las mujeres y las niñas.

Suecia fue el primer país de Occidente en prohibir la mutilación genital femenina, seguida de Reino Unido en 1985 y de Estados Unidos en 1997. En ese mismo año UNICEF y la OMS lanzaron una pronunciación conjunta contra esta práctica, considerándola un crimen.

El Islam, religión que se practica en la mayoría de países que la secundan, ha empezado a distanciarse de una acción que no tiene nada que ver con su religión, según manifestó el secretario general Ihsanoglu en la IV Conferencia de la Organización Intergubernamental sobre el rol de la mujer en los países en desarrollo.

Hoy en día, se estima que tres millones de niñas son sometidas por la fuerza a este procedimiento de mutilación en 28 países africanos y en otros como Yemen, Iraq, Malasia, Indonesia y en algunas comunidades de Sudamérica.

Se ha proclamado el día 6 de febrero como “Día Internacional de la Tolerancia Cero Contra la Mutilación Genital Femenina”.

Un camino largo por recorrer teniendo en cuenta la reciente reacción de los países para abolir esta práctica aberrante, pero que seguiremos luchando contra ella a fin de erradicarla, como tantos otros males que afectan a las mujeres de nuestro siglo.

La autora Julia Romero, lo publicó primero en The European Times

Julia Romero
Julia Romero
Julia Romero es profesora de Contabilidad y Banca y funcionaria. Ha obtenido el primer premio en diversos concursos de poesía, ha escrito obras de teatro, colabora en Radio 8 y es Presidenta de la Asociación Contra la Violencia de Género Ni Ilunga. Autora del libro "Zorra" y "Casas Blancas, un legado común".

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