El papel mediador de China en el acuerdo entre Irán y Arabia Saudita señala un cambio más amplio de guerrero lobo a una diplomacia más constructiva
El acuerdo de Irán y Arabia Saudita para reanudar las relaciones diplomáticas después de años de enfrentamientos tomó a muchos por sorpresa, especialmente debido al papel de China en la mediación entre las partes, dejando a Estados Unidos al margen.
Algunos describieron el acuerdo como un logro innovador que cambiará toda la arquitectura geopolítica en el Medio Oriente, con ramificaciones para la postura de Estados Unidos en la región.
De hecho, el acuerdo no convirtió a Irán y Arabia Saudita de enemigos en amigos, ni cambió el enfoque multifacético de los países de Medio Oriente.
Además, la diplomacia activa de China no debería haber sido una sorpresa; más bien, marcó otro paso lejos del “guerrero lobo” hacia una diplomacia más constructiva, no solo con respecto al Medio Oriente sino a nivel mundial.
Para ser realista, China no está tratando de reemplazar a Estados Unidos como intermediario de la paz global, pero es muy capaz de identificar oportunidades globales para extender su influencia y disfrutar de los frutos del trabajo realizado por otros.
Además, cualquier promoción de la estabilidad es crucial para la economía china, e igualmente importante es mejorar su imagen global.
Por ejemplo, recientemente China presentó un “plan de paz” para poner fin a la guerra en Ucrania. Aunque eso fue más que nada una cortina de humo para legitimar la visita de Xi Jinping a Moscú, vale la pena prestar atención a los esfuerzos de China por presentarse como una potencia equilibrada y responsable.
Otro ejemplo es la propuesta china de mediar entre Israel y los palestinos, reciclando viejos principios que otros países ya intentaron con cero éxito.
El renovado activismo diplomático de Beijing tiene como objetivo dar forma a una nueva narrativa diplomática del papel global de China, centrada principalmente en el Sur Global.
Los primeros signos de este activismo diplomático se pudieron encontrar en el 20º Congreso Nacional del Partido Comunista Chino en octubre pasado. Los cambios realizados en el partido y sus órganos tenían como objetivo crear una separación más clara entre el aparato de defensa y el círculo diplomático.
Los nombramientos hechos en marzo de este año al cuadro diplomático de China mostraron el enfoque de Xi en las relaciones con Estados Unidos y el desarrollo económico.
Qin Gang, el nuevo ministro de Relaciones Exteriores y ex embajador en los EE. UU., fue ascendido al rango de consejero de estado. Tanto Qin como su predecesor inmediato Wang Yi, también consejero de Estado, tienen una amplia experiencia en asuntos estadounidenses y ambos tienen más poder dentro del partido que los predecesores de Wang.
En contraste, Zhao Lijian, quien como portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores había personificado una diplomacia de guerrero lobo más confrontativa, fue degradado en enero a un puesto de supervisión de asuntos oceánicos.
Desde marzo, los dos diplomáticos de alto nivel han estado esforzándose más para hacer realidad una visión diplomática actualizada presentada por el presidente Xi en tres documentos fundamentales: Iniciativa de Civilización Global, Iniciativa de Seguridad Global e Iniciativa de Desarrollo Global.
Los tres enfatizan la importancia de la cooperación y el desarrollo mundial respetando la soberanía y la integridad territorial de todos los países.
Aunque las tres iniciativas se alinean con los objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas, muchos países occidentales siguen siendo escépticos sobre las verdaderas intenciones de China o su capacidad para realizarlas. En el Sur Global, sin embargo, los países que no están dispuestos a elegir bando en la competencia de las grandes potencias pero que necesitan apoyo financiero son mucho más receptivos.
Aunque los países del Sur Global son conscientes de la complejidad de involucrar a China, están más preocupados por resolver sus desafíos económicos inmediatos. China puede ofrecerles soluciones sin condiciones previas: capital para proyectos de infraestructura e inversiones en los sectores de manufactura y servicios.
En Medio Oriente, la mediación simbólica entre Irán y Arabia Saudita es una muestra de la creciente influencia de China en la región durante la última década. El mes pasado, se informó que China reanudó la construcción de una base militar en los Emiratos Árabes Unidos. A principios de este año, China selló varios tratos y acuerdos con Arabia Saudita, incluidas inversiones por valor de 50.000 millones de dólares.
Esta tendencia también es muy evidente en el sur de Asia, con China ya invirtiendo profundamente en Sri Lanka y Pakistán, al tiempo que extiende su alcance a Nepal y Bangladesh.
En el caso de Bangladesh, China reconoce la importancia geoestratégica y las brillantes perspectivas que puede ofrecer la economía en crecimiento, pero enfrenta una fuerte competencia de India y Japón. El primer ministro de Bangladesh está sabiamente equilibrando estos poderes para promover una cooperación beneficiosa para todos.
Lo que vemos en estas dos regiones se está desarrollando en todo el Sur Global y demuestra que la nueva diplomacia activa de China centrada en la cooperación en lugar de la división está demostrando ser bastante atractiva.
En este contexto, los desacuerdos públicos entre EE. UU. y los países del Sur Global (Arabia Saudita, Pakistán y Bangladesh, por nombrar algunos) son utilizados de manera efectiva por China para expandir su influencia.
Si Estados Unidos desea contrarrestar esta tendencia, debe adoptar un enfoque más constructivo y manejar los desacuerdos a puerta cerrada. De lo contrario, los EE. UU. también se encontrarán atrapados desprevenidos en los desarrollos futuros.
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