Comunicado de www.vaticannews.va —
En su mensaje previo a la fiesta de mañana, los obispos italianos recuerdan que ante la Resurrección somos actores llamados «a reconstruir y transformar nuestro mundo» desfigurado por las guerras y la violencia
Adriana Masotti – Ciudad del Vaticano
En el mensaje de felicitación con motivo de la Pascua, firmado por el cardenal Matteo Zuppi y monseñor Giuseppe Baturi, presidente y secretario general, respectivamente, de la Conferencia Episcopal Italiana, se capta el momento actual:
En el texto se evoca sobre todo el sufrimiento de los más pequeños, lo que subraya aún más «el horror y la violencia de la guerra y la injusticia y lo inaceptable que es».
El Resucitado trae la belleza de una vida nueva
No sólo las guerras: los responsables del episcopado italiano recuerdan también la violencia contra las mujeres, el acoso en el seno de las familias y los afectos que hablan de una relación entre hombre y mujer «envenenada por el instinto de posesión».
Pero la lectura de todo el sufrimiento del mundo pasa por el acontecimiento de la Resurrección que nos invita a mirar hacia adelante y a «trabajar cada día para construir la paz». En el mensaje también se lee:
La esperanza es ver cuanto antes el fin de los conflictos y el comienzo de un «tiempo de fraternidad». «Que el misterio de la Pascua – continúa el texto – nos alcance a todos y nos enseñe a amar sin fronteras, a poner signos concretos de vida donde hay muerte, a transformar las tierras hoy marcadas por la enemistad en lugares de paz».
Vivamos la luz de la Pascua
La invitación del presidente y del secretario general de la Conferencia Episcopal Italiana es a sentirnos no espectadores, sino actores del acontecimiento pascual. «En la Pascua no hay término medio: o se está con Jesús y se permanece con el amor, con la luz, con una fuerza que vence esa terrible oscuridad, o se es cómplice del mal…». Y Jesús es una presencia «que camina a nuestro lado».
La Pascua es una luz que vence a las tinieblas: «Elijamos esta luz, vivamos de esta luz». El mensaje concluye con un deseo dirigido a todos para que todos podamos «encontrar a este misterioso caminante, el único capaz de dar sentido a nuestra existencia».
Se publicó primero como CEI: Transformar las tierras de enemistad en lugares de paz